Autor: Antonio Calvo Roy
Mirar hacia arriba, ya se sabe, puede ser revolucionario. Quizá por eso el periodista científico —y colega nuestro en la AEC2— Antonio Martínez Ron, ha escrito Algo nuevo en los cielos, una guía de allí arriba, un libro para ayudar no tanto a mirar, que también, como a ver. Porque hay mucho que ver al levantar la mirada, pero no es evidente lo que hay ahí arriba. De lo particular a lo general, de lo cercano, geográfica y temporalmente, a lo más alejado, de lo evidente a lo escondido, el extenso trabajo se lee como un gran reportaje lleno de fuentes, de datos, de guiños que nunca dejan, y ahí está Horacio, de enseñar deleitando.
Tal y como reclamaba el poeta latino Quinto Horacio Flacoen su carta al cónsul Lucio Pisón y a sus hijos, la conocida Arte poética, Martínez Ron mantiene, como primera providencia, la unidad en el arte, pues todo es mirar al cielo y lo que allí habita. Y así, no solo mirando sino contando cómo y cuándo se ha mirado, construye una notable historia cultural del cielo, al menos en lo que a visión científica se refiere.
Cada uno de los capítulos en los que se divide el viaje está lleno de referencias a trabajos pasados y actuales, saberes de entonces y de mañana, reflexiones antiguas y contemporáneas, citas de autores habitantes de las dos culturas para, como Snow y Medawar querían, de manera que queda bien patente que la cultura es una senda que se camina con dos piernas y que quien cojeé de una de ellas no va lejos. Ya se sabe, #CienciaEsCultura.
Sigue también al ilustre latino en el abundante uso de metáforas, símiles, comparaciones, argumentos de autoridad si son requeridos —la autoridad del paper— y, en definitiva, todas las herramientas de las que nos dotamos, cuando nos convertimos en escritores de largo aliento para hacer un buen trabajo de divulgación, los periodistas científicos. Así, desde Horace-Bénédict de Saussure y su ascensión al Mont Blanc buscando cómo atrapar nubes, el autor repasa qué hemos ido sabiendo de vientos, nubes y todos los meteoros y de cómo nos las hemos apañado para saberlo, de los globos y los zepelines a los laboratorios de montaña, de los montañeros a los buzos que han surcado ese océano de aire, de los navegantes de los ríos a 10.000 kilómetros a los aviadores. No hay camino ni vericueto que no transite, si hace al caso, lo que hace que el libro sea entretenido y ameno.
Se trata, por tanto, de un atlas, de un enorme compendio de cocimientos al alcance de todos, de agradable y fácil lectura pese a sus 700 páginas. Hay cuestiones que no se pueden tratar por lo menudo y se agradece, en estos tiempos apresurados, de pocos caracteres y no mucha enjundia, que alguien se tome la molestia de profundizar en una historia, si es, como es el caso, lo suficientemente interesante. Y eso, aunque sea a costa de otra de las recomendaciones de Horacio en su Arte poética: “si enseñar quieres / concisión observa”. Pero, pese al abultado tamaño, desde luego no se hace en absoluto largo este Algo nuevo en los cielos, un libro que contradice al Eclesiastés, Nihil novum sub sole, ese lugar común que Cervantes, en su La Lozana Andaluza, enunció como No hay cosa nueva debajo del sol.
Se trata, en definitiva, de un más que notable trabajo, por el tema y por el enfoque, por el enorme uso de fuentes de todo el mundo, por la manera en la que está narrado y por cómo el autor nos lleva de cirros a cúmulos y estratos, de la lluvia al rocío, del sol al viento. Y así, junto a Horacio, en la traducción del fabulador Tomás de Iriarte del tan citado Arte poética, dígase de este autor y de este libro, que “Al que enseñar y deleitar procura / y une la utilidad con la dulzura / el libro en que ambos méritos se incluyen / a los libreros Sosios da dinero / pasar el mar merece / al autor ennoblece / y le asegura un nombre duradero.” Así sea.
Algo nuevo en los cielos, Antonio Martínez Ron, Crítica, 700 páginas, 22,90 euros