Autor: Antonio Calvo Roy
La ciencia no es una colección de verdades como puños. Quienes investigan, cada uno con sus sesgos, discuten con pasión defendiendo sus postulados y el acuerdo genera el conocimiento, que, por definición, es temporal. En una célebre cita decía Ortega y Gasset que “ciencia es todo aquello sobre lo cual siempre cabe discusión” y, en algunos casos, las disputas pueden ser tan acaloradas como las de los hinchas de fútbol. En los últimos 20 años la confrontación por excelencia sobre la evolución la han protagonizado el estadounidense Stephen Jay Gould y el británico Richard Dawkins. Dotados de una afilada lengua y capaces de magníficas metáforas, son autores de una importante obra de investigación y de excelentes libros de divulgación.
Para entender bien los pormenores de este debate, el filósofo australiano de la ciencia Kim Sterelny, detalla en Richard Dawkins contra Stephen Jay Gould qué dice cada uno y permite adentrarse en este apasionante debate intelectual en el que “Dawkins y Gould profesan la misma opinión en la mayoría de las cuestiones importantes”. Están de acuerdo en que toda clase de vida ha evolucionado en la Tierra en los últimos 4.000 millones de años “sin intervención de ninguna mano divina ni de ningún intruso fantasmagórico”, en la importancia del azar —sin que ello signifique lotería— y en la selección natural, entre otras cuestiones, “y pese a estar de acuerdo en lo fundamental, Dawkins y Gould han discrepado acaloradamente sobre la naturaleza de la evolución”. Hoy, las dos escuelas siguen en disputa, “aunque, para uno de los bandos, el debate ha de ser continuado por otros. Gould falleció en 2002, poco después de que se publicara su descomunal libro La estructura de la teoría de la evolución”, casi 1.500 páginas con su testamento científico.
El protagonismo que en la historia de la evolución tiene la competencia entre organismos, según Gould, o entre linajes de genes, según Dawkins, es el meollo de una discusión que va más allá de lo que parece. Gould, paleontólogo, es un historiador de la vida, mientras que Dawkins, biólogo experto en etología, ha estudiado cómo evolucionan las conductas adaptativas. De hecho, el título original de este libro es, precisamente, Dawkins vs Gould, la supervivencia del más apto, un libro profundo que se lee con sencillez y como quien asiste a un elegante ring, aunque el árbitro, el autor, concede cierta ventaja a los argumentos de Dawkins.
El papel de las grandes catástrofes, las cinco extinciones masivas de las que se tiene constancia, es otra de las disparidades. Para Gould, son claves en la historia de la vida, porque determinan qué especies desaparecen y cuáles no más allá de la adaptación específica, ya que estos sucesos cambian las reglas del juego de la vida de manera brusca y drástica. (Por cierto, para muchos investigadores estamos ya en la sexta extinción, con una tasa de desaparición de especies superior a la de hace 65 millones de años, cuando un meteorito acabó con los dinosaurios; esta vez, el meteorito somos nosotros, pero esa es otra historia.)
Una de las aportaciones de Gould, junto a Niles Eldredge, es el equilibrio puntuado, según el cual hay momentos en los que los cambios evolutivos son geológicamente muy rápidos, a los que siguen periodos de calma evolutiva sin grandes transformaciones. La aparición de la fauna de Ediacara, así llamada por el lugar de Australia donde primero se encontraron sus fósiles, es un ejemplo de ello. Allí hay muchos más tipos de animales que hoy, aunque menos especies, es decir, mucha disparidad pero no tanta diversidad. Es como si en la actualidad hubiera muchos modelos de coches pero de muy pocas marcas, frente al periodo precámbrico, hace 600 millones de años, con menos modelos pero muchas más marcas diferentes.
El debate, que tiene muchas más controversias, no está ni mucho menos concluido. Otro de los puntos de fricción es la sociobiología, la explicación de las conductas humanas con criterios biológicos, algo que defiende Dawkins, y por lo que ha sido acusado de determinista. Entre la influencia de la herencia y la del medio, cada uno de los bandos otorga más peso a los genes o a la cultura.

Y, sobre bichos concretos, actuales, sus genes y sus medios, trata Animales ejemplares, de Juan Ignacio Pérez, con notables ilustraciones de Yolanda González. Se trata de 39 historias de otros tantos animales que, por uno u otro motivo, merecen ser vistos desde el ángulo menos conocido. Juan Ignacio Pérez, fisiólogo, director de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco —de la que fue rector—, divulgador y promotor de divulgación, y, entre las muchas perlas que le adornan, socio de la AEC2, cuenta historias que ilustran cómo estos seres se han adaptado al medio en el que viven, sea un desierto, el Himalaya o el subsuelo selvático. Las características morfológicas y fisiológicas permiten a cada uno llevar la vida que lleva, en las aguas del Paraná o en las calles de Londres y otras ciudades, en las que cada vez se ven más cánidos urbanitas, sean lobos, coyotes, chacales, dingos, zorros o perros.
Y lo hace, como Horacio, enseñando y deleitando a la vez y recordando, en cierta medida, a Plutarco y sus Vidas paralelas, porque no dejan de ser, como los biografiados del escritor griego, ejemplares, estos animales. Con una prosa elegante y precisa, los capítulos se leen casi como cuentos, aunque sin moraleja. Maravillosas historias, excelentes ejemplos de diversidad y de cómo, después de todo, la vida siempre se abre camino.
Kim Sterelny, Richard Dawkins contra Stephen Jay Gould. Ed. Arpa, 2020, 242 páginas. Traducción de Pedro Pacheco González,
Juan Ignacio Pérez, Animales ejemplares. Ed. NextDoor Publishers, 2020, 283 páginas. Con ilustraciones de Yolanda González