Ser científico implica estar dispuesto a cambiar de lugar. Y esto, en sí mismo, no es malo. Al trabajar en otros lugares, los investigadores se enriquecen con nuevas ideas, aprenden otras técnicas, formas diferentes de trabajar, y, sobre todo, entablan relaciones que fomentan la colaboración con otros científicos, un motor imprescindible para el buen avance del conocimiento.
Pero el problema no es ese. El problema es que, hasta hace no muchos años, los científicos volvían. Después de completar su formación en otros países, más o menos quién lo deseaba podía – aunque no sin dificultad – volver a España, asentarse y dedicarse a investigar aquí, aportando todas esas ideas nuevas fruto de su experiencia en el extranjero. El problema es que ahora los científicos no vuelven. El problema es que el Estado español, después de haber gastado muchos miles de euros en la formación de los investigadores – becas de estudio, ayudas predoctorales, formación…- deja escapar sin pestañear su valioso capital humano.
En los últimos años nos hemos cansado de escuchar noticias sobre investigadores que abandonan el país mientras se hacen a la idea de que tardarán mucho tiempo en volver, si es que vuelven. Un exilio forzado que no solo afecta a investigadores jóvenes: algunos científicos con larga trayectoria y expertos de prestigio internacional también empiezan a hacer las maletas. El último, el ecólogo Jordi Bascompte, que se traslada a Zúrich con todo su laboratorio.
Son científicos que se dedican a cosas fascinantes, que tratan de resolver preguntas imposibles, que con sus investigaciones quizá contribuyan a que en el futuro vivamos un poco mejor. Por eso, hace algunos meses decidí empezar a contar sus historias. O, más bien, decidí que fueran ellos mismos los que las contaran, y así nació el blog “Científicos por el Mundo”. A través de estos relatos fascinantes viajé hasta un campamento de investigación en las puertas del círculo polar ártico, compartí el sueño de generar una forma de energía limpia y eficiente, tomé conciencia de la dificultad de descontaminar un suelo y hasta me desplacé millones de años luz para conocer el origen de las primeras galaxias.
Estas historias son mi pequeño homenaje a los científicos exiliados y, en general, a todos aquellos que se dedican a la noble tarea de ampliar el conocimiento humano. ¡Os invito a conocerlas!
Pincha aquí para acceder a Científicos por el Mundo