¿A quién diantre le interesa la ciencia? Un estudio sobre las audiencias españolas de la divulgación

¿A quién diantre le interesa la ciencia? Un estudio sobre las audiencias españolas de la divulgación

La pregunta que encabeza este post es la que inevitablemente alguna vez nos hemos hecho quienes que nos dedicamos a la comunicación/información/divulgación científica; una pregunta a la que durante largo tiempo el diablillo burlón que se agazapa en mi cacumen se regodeó contestando: “¡A muy pocos! ¡A cada vez menos!”. Insatisfecho con esta perspectiva pesimista, un buen día, al cabo de veinte años de ejercicio del periodismo, decidí buscar una respuesta por mi cuenta. Para ello contaba con mi equipo del Grupo de Estudios Avanzados de Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos, y el apoyo de la Fundación Dr. Antonio Esteve, cuya preocupación por la promoción de la cultura científica es de sobras conocidas.

PortadaHacia esa meta avanzamos por sucesivas aproximaciones; en primer lugar, reunimos las encuestas sobre percepción social de la ciencia efectuadas en España por el CIS, la FECYT y el Eurobarómetro; segundo, buscamos los datos de consumo de medios de comunicación y visitas a instalaciones como museos de ciencia, zoológicos y acuarios recogidos por el EGM, el INE y la OJD; y tercero, añadimos las cifras de la evolución de la escolarización de la población española. El cotejo de cifras expuso algunas cosas llamativas: el constante aumento del interés declarado por la ciencia en todas las capas sociales a lo largo de la serie histórica; la disparidad de interés en función del género (más interesados que interesadas), la edad (los adultos más interesados que los jóvenes) y el nivel educativo (a más educación, más preocupación); y la inquietante caída en el número de visitantes a los museos de ciencia en los últimos años. También notamos una persistente insatisfacción con la información científica suministrada por los medios.

Surgieron de inmediato varios interrogantes: ¿cómo casaba el interés manifestado por 17 millones de españoles con una asistencia a museos, zoos y acuarios cifrada en torno a cinco millones de visitantes anuales? ¿Cómo cuadraba asimismo con la escasa valoración que los encuestados daban a los contenidos científicos mediáticos, siempre a la cola del deporte y de los cotilleos? ¿Y cómo encajaba esa insatisfacción con los contenidos mediáticos con la escasa proeocupación por buscar información científica admitida por los propios entrevistados? En resumidas cuentas: ¿la gente decía la verdad a los encuestadores? ¿O trataba simplemente de dar una imagen adulta y responsable de sí misma, al igual que en otras encuestas casi nadie se confiesa machista, xenófobo, homófobo y demás disposiciones políticamente incorrectas?

Un principio de explicación se bosquejó al detectarse una asociación fuerte entre el aumento del interés declarado y el de la escolarización. No se trata de que los encuestados mientan -es decir, digan a sabiendas algo opuesto a lo que realmente creen o piensan-, sino que al contestar reproducen valores inculcados por la enseñanza. De ese modo, conforme crece el número de quienes han pasado por el sistema educativo, crece el número de personas convencidas del alto valor de la actividad científica y así lo reflejan en las encuestas. Dicho valor forma parte de su escala consciente de valores, aunque en la práctica no muevan un dedo por saber de los hallazgos del CERN o sean forofos del Feng Shui. Cabe esperar, por tanto, que de seguir aumentando la tasa de escolarización se multiplicarán los que expresan un interés por la ciencia. Lo que no quita que, a resultas del citado proceso, sea cada vez más numerosos los graduados de disciplinas científicas que practican lo que comulga.

Para profundizar en el resto de cuestiones decidimos dotarnos de un catálogo de la oferta mediática de información/divulgación científica en España en el año 2014. Queríamos disponer de un cuadro lo más completo posible de esa oferta mediática que deja insatisfechos a tantos que se dicen interesados en la ciencia. El inventario abarcaba las cabeceras de prensa generalistas de ámbito nacional y local, las revistas de divulgación comerciales e institucionales, los espacios radiofónicos y televisivos nacionales y autonómicos, los principales blogs y publicaciones electrónicas, acompañados de los datos de audiencia contabilizados por auditores externos (OJD Interactiva, EGM, ComScore, Alianzo, Alexa) o, en su defecto, por los mismos medios.

El paisaje resultante enseña los siguientes rasgos: un menguante sector de papel (suplementos de prensa que desaparecen y revistas que pierden lectores), una oferta televisiva restringida a medios públicos; una multitud de espacios radiofónicos analógicos y sobre todo digitales; y una explosión de publicaciones electrónicas y blogs (en varios casos, las audiencias de las ediciones digitales compensan la pérdida de lectores de las impresas). Muchas de estas cabeceras están a cargo de científicos o profesores de ciencias devenidos divulgadores. En suma: la oferta disponible, aún en estos tiempos de crisis, es vasta, variada y para todos los gustos, desde boletines ultraespecializados y revistas de alta divulgación hasta ciencia popular centrada en curiosidades y hallazgos sensacionales, pasando por la divulgación convencional que suministran periódicos y espacios radiofónicos y televisivos. Una oferta en gran medida de libre acceso, sin más costos que los de un aparato de radio, un televisor o un ordenador con conexión a la Red. Las bajas en las cabeceras de pago y el periodismo especializado están siendo mitigadas por una legión de comunicadores espontáneos que actúan vocacionalmente o con apoyo institucional (dentro de este grupo, los matemáticos constituyen uno de los colectivos más activos y con notables resultados en su haber). Quien quiera informarse no tiene excusa para no hacerlo (siempre que, claro está, reúna los requisitos cognitivos que sólo se adquieren a través de la educación, sobre todo en los grados medio y superior).

Las audiencias identificadas pueden visualizarse mediante un modelo de capas de cebolla: en el centro, el reducido núcleo duro especializado en la alta divulgación; la capa intermedia de consumidores de divulgación estándar; y la capa externa de aficionados a la ciencia popular. El esquema se corresponde grosso modo con las competencias adquiridas en el sistema educativo: primero, los investigadores, tecnólogos y comunicadores; después, un sector de individuos sin actividad en la ciencia pero familiarizado con ella gracias a la educación superior; y finalmente, las personas que movidas por la curiosidad intentan superar sus lagunas de formación. Siendo difícil cuantificar con precisión a esos públicos en los que se combinan -y a menudo solapan- telespectadores, oyentes, lectores, internautas y asiduos a museos, se podría decir sin temor a errar demasiado que oscilan entre cinco y siete millones de personas (audiencias mayormente masculinas, a tenor de los datos recabados, y en buena parte procedentes de la comunidad educativa y el sistema de I+D). Sin duda, son valores alejados de los 17 millones supuestamente interesados en la ciencia, pero muy distantes de lo sugerido por los diagnósticos catastrofistas.

Los resultados fueron enriquecidos con las aportaciones de un panel integrado por cuatro científicos y cuatro comunicadores, entre ellos dos miembros de la Junta de la AECC, Pampa García Molina y Javier Armentia. Entre las conclusiones del informe Los Públicos de la Ciencia destacan: a la luz de los datos, la importancia del sistema educativo queda subrayada: es allí donde se libra la batalla decisiva por la cultura científica; los medios solo pueden reforzar y mantener disposiciones inculcadas por aquel -y no es poca cosa-, pero en modo alguno subsanar carencias de competencias. En esa labor mediática de refuerzo y mantenimiento, el patrocinio público resulta fundamental: una fracción sustancial del catálogo elaborado desaparecería si faltase el apoyo de las fundaciones y medios de titularidad pública. Por último, cerrar la brecha de género es una de las grandes tareas pendientes; la otra es interesar a los consumidores de la divulgación light en los contenidos más exigentes.

 

El informe completo se puede descargar del siguiente link:  http://www.esteve.org/cuaderno-publicos-ciencia/

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