Parte de lo que somos, lo sabemos por la Ciencia; la otra parte, quedará oculta en el laberinto de la Eternidad. Olvidé la Sabiduría. La Ciencia nos ayuda a descubrir el mundo que nos rodea: la física, y a progresar en desarrollos tecnológicos, pero ¿y lo demás?: el humanismo, la tolerancia, la solidaridad, la falta de codicia, la superación de los prejuicios, de los nacionalismos neofascistas -como los que padecemos en España y en otras partes del mundo-, y las desigualdades de sexo.. De todo esto hablaba el otro día Sampedro en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
A pesar de la Ciencia y de los enorme avances logrados en los últimos 500 años, nuestra sociedad sigue inmersa en la barbarie. La Ciencia no nos ha ayudado a distanciarnos mucho del resto del reino animal. Aunque lo hemos tenido todo a nuestro favor, nuestra Ciencia y escasa sabiduría, es decir, el modo de vida del mundo actual, nos ha llevado a una situación en la que los valores han desaparecido de nuestro horizonte intelectual (justicia, paz, respeto hacia el medio, solidaridad, generosidad…). Todo esto, como decía Sampedro está siendo arrollado y rebasado “por los intereses económicos y materiales”. Somos una sociedad opulenta, y de una ambición sin límites en la que nada importan los demás, sino tan solo uno mismo. Nadie quiere ser mejor, le basta con ver y apartar la vista con mayor o menor compungimiento de la miseria, la muerte y la sordidez en la que viven la mayoría de nuestros semejantes. Ésto, de ahí mi error inicial, no lo resuelve la Cencia, sino la Sabiduría y, sí, después, la Eternidad.