
Hace unos meses, en pleno otoño, nos encontrábamos en Zaragoza, asistiendo a las VI Jornadas de Divulgación Innovadora. Entre ponencia y ponencia, las conversaciones de pasillo, y esta en concreto de sofá, eran animadas y entusiastas. Este tipo de encuentros suelen activar las neuronas al máximo y nos ponen a todos las pilas. Fue en ese sofá de Etopia, en el que conocí a Aitor Saiz. A Óscar Menéndez ya lo conocía, y de hecho él fue quien dio paso al debate que nos enfrascaría a los tres en una discusión que paró el tiempo. Fue como una montaña rusa de emociones, reivindicaciones e implicaciones. Al volver a tocar con los pies en el suelo, nos dimos cuenta de que habíamos encontrado un tema que podía ser muy relevante para la comunidad de profesionales de la comunicación científica: ¿cual es el objetivo de nuestro trabajo? ¿para qué comunicamos? Esa fue la semilla del evento que dio flor el pasado jueves en Madrid.
Jueves 23 de marzo a las 19h. Café Manuela, Madrid
La Asociación Española de Comunicación Científica (AECC) organiza un debate con la intención de resolver preguntas como ¿Para qué comunicamos ciencia? ¿Sabemos lo que queremos y a quién nos dirigimos? La intención era ir a la raíz misma de nuestra profesión, a preguntarnos los por qué, los cómos, los para qué, los para quién… Vivimos en un mundo que cambia y evoluciona, que requiere de adaptaciones y creaciones de nuevas profesiones. Aunque los periodistas científicos han existido desde hace muchos años, la profesión de comunicador científico ha ido ampliándose y matizándose. Cada vez somos más los que nos dedicamos a ello y cada uno de nosotros le da un color y una textura a esta profesión que crece con sus profesionales. Si queremos seguir avanzando firmes y seguros es imprescindible saber para qué comunicamos.
Cita en el Café Manuela de la calle de San Vicente Ferrer, a las 19h. Empezamos unos minutos tarde porque las condiciones meteorológicas retaban a los asistentes. Óscar presentó el marco del debate y presentó a los ponentes. Daba la palabra a Aitor Saiz. Aitor es socio-fundador de Teknahi, una empresa enfocada en la formación, la creatividad y el alto rendimiento. Aitor expresó que para él la comunicación científica era un acto de militancia. De hecho, Teknahi empezó introduciendo la divulgación científica dentro del marco de proyectos sociales con el que cuenta la empresa, pero poco a poco este espacio empezó a coger relevancia y se convirtió en una línea de actuación más. Aitor comunica por convicción política, porque cree que es el camino para conseguir una sociedad más equitativa y justa. Su público es el obrero, entendiendo por obrero todo aquel que no es propietario de los medios de producción, desde el peón al ingeniero, incluyendo al parado y a los sectores “empobrecidos”. Su misión, contagiar a las personas de la actitud científica, siendo esta escéptica, empírica, racional y basada en el pensamiento crítico, y formarlos en dialéctica y retórica.

Llegó mi turno, y yo también hice un repaso sobre mi trayectoria y la creación de la Mandarina de Newton. Yo empecé comunicando como quien no puede callarse un chiste. Era tanta mi emoción por el conocimiento del Universo, que me faltaba tiempo para ir a comunicarlo. Con el paso del tiempo, me fui volviendo más sesuda. Me picó el gusanillo de la participación, del diseño centrado en el usario, del deign thinking, de la co-creación, la digitalización, el movimiento maker, la transdisciplinariedad, la hibridación… Y del gusanillo a agujero de gusano, encontré el atajo a la práctica reflexiva y a querer investigar, no para sumar en contenidos científicos, esta vez para aprender y mejorar en el marco de la cultura científica como gestión de conocimiento y práctica. Yo divulgo por la libertad. No pretendo ofrecer certezas, quiero dar herramientas al público, para que este tenga la opción de elegir con una base científico-tecnológica. Un ciudadano responsable es un ciudadano científicamente culto porque sus decisiones políticas van a pasar por cuestiones científicas. No pretendo ser un altavoz de la investigación, quiero poder contribuir a la relación biyectiva entre investigación y sociedad.
En nuestras presentaciones salieron temas como la militancia, la libertad, la actitud científica, la democracia, la participación, la eficiencia, la oratoria, el responsable research (RRI). La tertulia siguió con las preguntas, primero de Óscar y más tarde del público y la noche se fue animando. Óscar estaba interesado en discutir ¿Para quién divulgamos? ¿Qué quería decir ese “todos”? Hubo distintas propuestas, comunicamos para los más desfavorecidos, comunicamos para la clase trabajadora. ¿Podemos seguir hablando de clases? ¿Cuándo nos referimos a los más desfavorecidos, lo hacemos en relación a su economía o a su nivel cultural? Vivimos momentos curiosos en que el factor socio-económico no siempre va en línea con el factor socio-cultural. Es importante democratizar la ciencia y hacer acciones para quienes no tienen acceso a la cultura, en general, y a la científica, en particular. Pero también es importante formar a aquellos que sí tienen recursos, porque muy probablemente muchos de ellos acabarán decidiendo políticas que nos implicarán a todos. Incluso los propios científicos tienen necesidad de consumir productos de cultura científica. ¿A caso no van a museos los artistas? ¿No van a conciertos los músicos? Cada perfil tiene una necesidad distinta, pero democratizar la cultura implica democratizarla para todos.

¿Qué democratizamos? ¿Temas aplicados, temas conceptuales? Es cierto, que tal vez algunas personas requerirán más de temas concretos porque su supervivencia puede depender de ello, pero no podemos tampoco alejarlos de contenidos más abstractos. A veces, como sucedió en un barrio sin agua corriente de la ciudad de León, en México, un coro puede hacer que los jóvenes vean otros mundos, quieran generar un cambio. Que sean ellos los transformadores de su barrio, a un lugar con agua corriente y medidas higiénicas, y no se conviertan en dependientes de políticas de mínimos de sus dirigentes. A veces, la solución llega por caminos curvos, lo importante es compartir la actitud y las herramientas. Nuestro trabajo es también el de un comisario, elegir para quién, cómo y por qué en cada situación. Esa es la gran dificultad de nuestra profesión, no hay recetas, no hay fórmulas mágicas; hay ecuaciones, destreza de cálculo, organización y criterio para la selección.
La cultura científica nos hace libres tanto por contenidos, como por formatos. Ser diestro en matemáticas, por ejemplo, nos posibilita leer estadísticas, interpretar cifras y no quedamos a merced de quienes nos lo cuentan. Por otro lado, una actitud crítica, de cuestionamiento, de investigación constante y aprendizaje, nos ayuda a ser autosuficientes en nuestra gestión de contenidos. Esta autogestión nos permite no caer ni en relativismos absolutos, ni en absolutismos incuestionable, ni in-evolucionables. Fue el turno para los agnósticos, para las dudas de si algún día conseguiríamos hacer o saber si hacíamos bien nuestro trabajo. El tema de la evaluación no es trivial. Además no es sólo cuestión de números, es algo delicado en donde se entrelazan aspectos cuantitativos y cualitativos. A veces querremos ir a grandes números, otras será importante hacer foco y ser más intensos.

Aitor nos comentó que según Adelino Cattani podíamos utilizar 5 metáforas para comprender la comunicación: desde la bélica hasta la constructora, pasando por la mercantil, la lúdico-deportiva y la exploradora: luchar, comerciar, jugar, viajar, construir. Al igual que como profesionales hemos de elegir qué contenidos trabajaremos, a qué público impactamos y con qué objetivo, también hemos de seleccionar cual va ser nuestra metáfora predominante en un contexto dado. No son lo mismo una polémica, un trato, un diálogo persuasivo, una indagación cooperativa o un coloquio educativo… En cada uno de esos escenarios están permitidas ciertas normas y ciertas “artes”. Yo, por mi parte, prefiero evitar las guerras y centrar el debate como camino, como viaje exploratorio, pero de todo hubo en la sala, e imagino que existe un momento y una necesidad para todo.
Al final nuestro trabajo, es un trabajo de sastre, de cocineros… una técnica. Es importante que unamos hilos para tejer conocimiento, para crear paracaídas racionales. Es necesario que sepamos en que proporción debemos mezclar nuestros ingredientes: nuestros contenidos y nuestras estrategias. ¿Cómo sabremos si lo hemos hecho bien? Nuestros comensales nos dirán si se sienten satisfechos, ya sea con formularios o de palabra, y tendremos que dejar que pase el tiempo para ver si nuestros paracaídas han funcionado y este mundo se ha salvado.