Pues resulta que Séneca se desmelenó. Se olvidó el comedido Lucia Anneo de sus principios y sucumbió al torbellino de emociones que desde el escenario le brindaron 15 doñas convertidas en maestras de la divulgación científica. Mientras el viejo pretor ponía patas arriba su propia doctrina, aplaudía como un poseso al piojo Rodrigo, reía los chistes de dos disparatadas ingenieras o torcía el gesto ante las historias personales de las No-Nobel, sus discípulos daban una lección de estoicismo desde las puertas del Teatro Góngora, soportando una helada espera para poder entrar.
Me disculpen el anacronismo, pero les prometo que el sábado creí ver a mi milenario paisano desparramarse por la butaca escuchando a las ponentes de ‘Naukas Córdoba. Las que cuentan la ciencia’. De hecho, estoy convencida de que fue él quien me soltó una soberana colleja antes de susurrarme: “la próxima vez que escribas, espera a tener evidencias para hablar”. Y aquí estoy, confirmándoles que no hay temor que pueda con los datos: 552 almas o cuerpos, lo que quieran, por la mañana y 552, por la tarde, es decir, todas las que podían entrar, disfrutaron del espectáculo que habíamos preparado entre la plataforma Naukas y la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Córdoba.
En realidad no podía ser de otra manera. Teníamos todos los mimbres para conseguirlo: un buen programa, un buen espacio y un trabajo profesional previo de organización y difusión. Y de ahí el zasca que el senequismo cordobés me dio tras mi post de la semana pasada. Pero, aunque me niego a caer en la autocomplacencia y los relatos épicos me producen urticaria, admitiré que esta vez el respiro de alivio ha sido sonoro.

En este evento – y ya ha echado unas canas en la organización de fastos divulgativos- la preocupación iba más allá de conseguir un éxito de participación. Esta vez no se trataba sólo de apuntarse un éxito, del que ya puede sacar pecho la ciudad de Córdoba y, muy especialmente, una Universidad decidida a tomar la calle. No, esta vez nos jugábamos algo más. El primer Naukas exclusivamente femenino era una apuesta arriesgada. Tanto que la idea fracasó el año pasado cuando no conseguimos los apoyos necesarios para poder montarlo.
En 2018 nos quedamos sin Naukas Córdoba, entre otros motivos, porque una institución cultural de nuestra ciudad nos negó el espacio que pedimos porque aquello no tenía nada que ver con la cultura. Tampoco nos importó. No hubo Naukas, pero hubo “Las que cuentan” y en un espacio alquilado montamos nuestras charlas. También llenamos, por cierto, aunque el impacto fue evidente e infinitamente más reducido: 150 asistentes, sólo una mañana, la mitad de ponentes y una visibilidad discreta.
El año pasado, como éste, “Las que cuentan” pretendía abrir el programa de actos organizados por la Universidad de Córdoba en torno al 11 de febrero, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. La visibilidad femenina en la ciencia como objetivo prioritario para paliar la falta de referentes. Así consta en el V y el VI Plan Anual de Divulgación de la Universidad de Córdoba, pero hay algo más.
Ahora que Séneca se ha vuelto a su bañera y la cicuta lo ha dejado listo, les contaré qué nos jugábamos también este fin de semana en Córdoba.

Empecemos por lo evidente. En una semana en la que en Andalucía se han cuestionado logros fundamentales del feminismo contemporáneo, que más de 1000 personas asistan a un espectáculo con una clara definición de género es relevante y lo es porque, como me escribió Javier Armentia horas antes, también en la divulgación y la comunicación científica tenemos la responsabilidad de decir alto y claro que la ciencia “no justifica ni el racismo ni el sexismo, sino todo lo contrario, que la ciencia vive mejor en ambientes inclusivos y diversos”. Y así lo dijimos citando a Javier en la clausura de Naukas Córdoba, porque a veces las evidencias, diga lo que diga Lucio Anneo, se enturbian con el ruido de fondo.
Pero hay algo más y es algo que nos compete exclusivamente como comunicadores científicos. “Las que cuentan la ciencia” nació no sólo como un intento de visibilizar el trabajo de las mujeres en el ámbito de la divulgación y la ciencia, al fin y al cabo para ello usamos muchos otros formatos en nuestra propia Unidad de Cultura Científica, como en las del resto de Universidades y centros de investigación. Damos charlas en colegios, organizamos debates entre investigadoras, colgamos vídeos en las redes y montamos campañas de visibilidad. Es la lluvia fina tan gratificante a la que las UCCs entregamos el 80 por ciento de nuestro tiempo. Pero no, Naukas Córdoba, no iba sólo de eso.
Les pongo en antecedentes. Hace dos años, en uno de esos productivos Beer for Science de la AECC, conversé un buen rato con una compañera sobre el formato de los espectáculos de Naukas. Discrepábamos sobre si la fórmula estaba o no exageradamente masculinizada. Aquella compañera se mostraba convencida de que la falta de mujeres en los programas de Naukas se debía a que nosotras no nos sentimos cómodas en formato de tanta exposición pública. Negué la mayor. Discutimos como tan bien me sienta hacer en esta Asociación, con argumentos y enfrentando nuestras ideas. Volví a casa con la duda. ¿De verdad costará encontrar mujeres que se sientan cómodas subiéndose a un escenario a contar la ciencia? Entonces me encontré con la ladilla Encarna siendo entrevistada por Rafaela Carrá.