La nueva ciencia ciudadana no sólo nos pide tiempo de computación de nuestro PC para contribuir a un experimento. Ahora se propone una participación activa de la sociedad para rastrear la incidencia de la gripe, seguir la pista al mosquito tigre o vigilar la calidad del agua de los ríos.
A veces, el tesoro son los datos, cuanto más masivos, mejor; otras, el valioso tiempo de ojos humanos reconociendo formas (de galaxias, proteínas, células cancerosas, manchas solares…) mejor que una máquina. Planea siempre sobre toda ciencia ciudadana el concepto de inteligencia colectiva. ¿Juntos somos más sabios que el más inteligente de nosotros? Al mismo tiempo que se aportan granitos de arena a una investigación, el científico ciudadano se implica y se acerca a la ciencia desde un ángulo que le incluye.
No es posible monitorizar la presencia de medusas en cada punto de la costa mediterránea, pero sí contar con la complicidad de bañistas, pescadores, paseantes, buceadores…, enrolados como Observadores del Mar. La preocupación por conservar el medio marino y un acercamiento a la realidad de la situación actual de la fauna y flora de nuestros mares van incluidas en el intercambio ciencia-sociedad.
Este tipo de iniciativas está en auge, pero el “rápido crecimiento de la ciencia ciudadana en España no está siendo coordinado ni ordenado”, señala Fermín Serrano, de la Fundación Ibercivis. “No hay todavía un listado, no se sabe quién hace qué”. Para trazar ese mapa, Ibercivis está poniendo en marcha el Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España, un proyecto financiado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología que estará listo en un año. La estimación inicial es que entre 100 y 150 grupos de investigación han hecho algo en este terreno. Pero ¿qué es ciencia ciudadana y qué no?
Precisamente uno de los retos de esta iniciativa es delimitarlo, pero partiendo de “una ampliación deliberada del concepto”. Esto incluye desde proyectos escolares a voluntarios que colaboran con investigadores, astrónomos aficionados o gente que financia la ciencia por crowdfunding. No sólo interesan proyectos concretos, también quienes colaboran, financian o divulgan. Todos los actores de la ciencia ciudadana: grupos de investigación, programas de financiación, iniciativas ciudadanas, espacios físicos, plataformas, estudios sobre ciencia ciudadana…
Con una fórmula de crowdmapping, se invita a todos esos actores de la ciencia ciudadana (también a quienes hemos escrito sobre ello) a autoposicionarse en el mapa e incorporar su información a la base de datos. Así, se podrán geolocalizar las iniciativas, analizar el panorama en tiempo real (número de usuarios por proyecto, proyectos por disciplina, impacto en redes sociales… y se revelarán las tendencias actuales en ciencia ciudadana.
Toda esta información estará accesible a través de la web www.ciencia-ciudadana.es. Será un registro completo y categorizado que, más allá de ser un mero listado, pretende también “entender cómo está cambiando la ciencia ciudadana la relación entre ciencia y sociedad y su impacto en la cultura científica en España”, indica Serrano.
Hay muchos frentes abiertos al debate, más allá de la propia definición de ciencia ciudadana: el papel del ciudadano, la motivación de voluntarios e investigadores, la calidad de los datos, los formatos, la propiedad de los resultados…
Un elemento que deberíamos incluir en ese debate colectivo es el imprescindible papel que deberían estar desempeñando los comunicadores de la ciencia en cualquier proyecto de ciencia ciudadana. No sólo a la hora de informar y divulgar su existencia, sino desde dentro. Los proyectos de ciencia ciudadana necesitan siempre comunicarse con la sociedad, y de forma muy efectiva, pues no sólo queremos que nos lean o nos escuchen, pretendemos involucrar, hacer sentir al ciudadano parte activa. Algo tan ambicioso precisa cuidadas estrategias profesionales desplegadas desde páginas web, redes sociales, apps para móvil y en conversación con los medios de comunicación. Una vez más, hay que salir al encuentro de la gente corriente, no esperar a que nos visiten.
La comunicación inherente a toda ciencia ciudadana incluye, además de diálogo directo con los potenciales científicos ciudadanos, toda la divulgación que acompaña a estos proyectos y que enriquece y aporta valor a quienes responden a la llamada: “La ciencia te necesita”.
En los últimos dos años, están tomando forma iniciativas como la Citizen Science Association (CSA) en Estados Unidos o la European Science Association (ECSA). Por su parte, la Comisión Europea trabaja en el proyecto opendigitalscience.eu, que aborda este fenómeno centrándose más en el impacto económico. El proyecto Socientize, liderado desde Ibercivis, ha definido el Libro Blanco que está siendo utilizado para perfilar los programas europeos. Una de las recomendaciones es identificar y catalogar la ciencia ciudadana como se hará desde este Observatorio que da ahora sus primeros pasos en nuestro país.