Conclusiones de la VI Jornada de Comunicación AEC2

Conclusiones de la VI Jornada de - Comunicación AEC2 Claves para comunicar la Ciencia, la Tecnología y la Innovación

Conclusiones de la VI Jornada de Comunicación AEC2

Conclusiones de la VI Jornada de Comunicación AEC2

Claves para comunicar la Ciencia, la Tecnología y la Innovación

Texto: Elena Sanz

La semana pasada celebramos la sexta edición de las Jornadas de Comunicación que cada año organiza la Asociación Española de Comunicación Científica en paralelo a Transfiere. Así, de entrada, puede parecer que la comunicación de la innovación debería ser algo fácil, porque todo el mundo está abierto a escuchar las novedades. No en vano las noticias (news, en inglés) son, por definición, lo nuevo, eso hacia lo que los humanos instintivamente dirigimos la atención.

Pero no es tan sencillo. La realidad es que entraña dificultades, sobre todo por ese sesgo de nuestro cerebro que nos hace pensar que las cosas están bien como están y resistirnos a los cambios: el sesgo de status quo. Por defecto, recibimos las innovaciones con cierto recelo y desconfianza, en lugar de con los brazos abiertos.

Por eso, para comunicar la innovación deberíamos estar especialmente atentos al lenguaje que utilizamos, huir de la jerga y hacer un acto de generosidad con quienes nos leen o escuchan para hacer comprensible eso que tenemos que contarles, como puso sobre la mesa Susana Escudero, periodista de ciencia en Canal Sur con amplia experiencia tanto en radio como en televisión. Divulgar es renunciar, insistió la periodista. Pero no al rigor, ni mucho menos: es renunciar a contarlo todo para darle prioridad a que se entienda todo.

Comunicar implica entusiasmar también, recalcó Susana, que puso sobre la mesa los ingredientes del éxito: sé tú mismo, utiliza historias, seduce, sé potente pero con humildad, transmite pasión y envuelve el conocimiento en emoción.

Eso sí, no vale cualquier emoción. El miedo es un claro enemigo. Lo contó Patricia Contreras con el ejemplo de la física cuántica, su especialidad. La tendencia a exagerar sobre lo que podrán llegar a hacer los ordenadores cuánticos es tal que los potenciales avances de esta rama acaban poniéndonos nerviosos. Exagerar no vende, ni siquiera aumenta la difusión de nuestras noticias. En noticias de salud tenemos claro que hablar de la cura definitiva del cáncer antes de tiempo entraña más riesgos que beneficios, ¿verdad? ¿Pero qué pasa si nos pasamos de rosca ensalzando la física cuántica? Pues que puede generar el temido invierno cuántico. Es decir, que al venderlo como panacea e incumplir provoquemos tal la pérdida de credibilidad (y financiación) que frenemos su avance.

Por eso la comunicación debería ser un ejercicio de honestidad. Como dijo Sócrates hace ya siglos, “si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno, ni útil, ¿para qué querría saberlo?”. En las jornadas, el físico teórico y escritor David Fourier insistió en que los tres principios del filósofo griego clásico siguen estando vigentes: debemos contar la verdad, hacerlo con bondad y estar seguros de que lo que decimos puede mejorar la vida de los receptores del mensaje.

Y una vez que pasa por el triple filtro, saber que contamos con una enorme variedad de formatos para comunicar y que lo más enriquecedor, como concluyó Lucía Casas, redactora científica en el Instituto de Salud del Principado de Asturias, es combinarlos.

Fernando Torrecilla, periodista en la Unidad de Comunicación, Divulgación y Relaciones Públicas de CIEMAT, reflexionó sobre lo delicado que es comunicar los avances de la energía nuclear, es decir, esa epopeya humana de intentar emular al Sol aquí, en la Tierra. En su exposición nos confirmaba que las metáforas son maravillosas cuando tenemos que explicar la ciencia. Y hacía hincapié sobre la importancia de transmitir lo emocionante que es en sí mismo el desafío tecnológico. Porque hay sueños como la energía nuclear que tardan demasiado en hacerse realidad para pasarnos todo el camino lamentándonos por lo lejos que está el horizonte, en lugar de disfrutarlo.

Lo que parece indiscutible es que la transferencia del conocimiento no es, ni puede ser, medida y entendida solo en términos económicos. Existe una transferencia social, en la que participamos los comunicadores científicos, que debe ser atendida y priorizada. Fundamentalmente porque permite entender lo que ocurre a la sociedad, que informada tomará mejores decisiones. Sin olvidar que ese flujo de conocimiento resulta también esencial si pretendemos alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible.

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