En este mundo, y más en este país, se reconoce el rendimiento pero muy poco el esfuerzo. Tal vez el principal motivo es que el rendimiento es medible (resultados palpables) y el esfuerzo es más complicado (nadie sabe loque has estado haciendo ni loque te ha costado lograr el objetivo).
Un ejemplo sencillo: ¿cuántos lectores tiene este blog y cada uno de los artículos que escribimos? Creo que a ninguno de los que colaboramos con este blog de la AECC nos preocupa eso, pero es un buen ejemplo para el tema. Es posible que todos los artículos sean leídos por igual, o es posible que algún autor tenga más adeptos o que los buscadores de internet hayan enviado más visitas porque les ha gustado más a los robots indexadores.
Si tuviéramos que valorar por tanto el trabajo de escribir en este blog, lo haríamos por este sencillo método: número de visitas. Pero el esfuerzo que a cada uno le supone escribir su artículo al mes (o algunos 2), no lo conoce nadie mas que uno mismo, y puede no coincidir con el éxito obtenido.
Digo todo esto porque hace poco un investigador español de ruta por las instituciones científicas de EEUU había solicitado una plaza de investigación (temporal) para España y fue rechazado porque en la baremación pesaba mucho la cantidad de publicaciones en revistas científicas y él tenía pocas: rendimiento medible.
Sin embargo, le ofrecieron un gran puesto (indefinido) en un centro de investigación de EEUU porque valoraron su capacidad y sus trabajos realizados (con o sin publicaciones) a través de referencias directas personales. Es cierto que esto no sólo es esfuerzo sino algo más, pero ilustra dos modelos totalmente diferentes de evaluación.
Evidentemente hay otras cuestiones añadidas, y es que para obtener una plaza de lo que sea del Estado hay que tener criterios concretos de valoración y sería muy complicado hacerlo de otra manera, o muy fácil caer en el amiguismo y no en la valía del candidato.
Pero lo que sí es cierto es que no siempre los criterios de rendimiento, en este caso medidos casi exclusivamente en función de las publicaciones científicas, es lo más adecuado para valorar la capacidad profesional e investigadora de una persona, y lo que puede contribuir a un determinado proyecto o entidad a largo plazo.
¿Existen alternativas de evaluación de personal investigador que podamos aplicar en España? ¿O tal vez el problema es el déficit de plazas de investigación y desarrollo tanto a nivel público como privado?
Por: Ignacio Miguel Ximénez de Embún