Cuando hablo de Educación y Ciencia no me refiero al nombre del extinto Ministerio, sino a dos ámbitos de nuestra cultura que han intentado cohabitar en las instituciones públicas conjuntamente durante algunas legislaturas y que finalmente se han divorciado sin que haya quedado ningún elemento común entre ellos. No ha habido herencia posible en estos años. Quizás hubiera sido también razonable unir Educación, Ciencia y Cultura, pero ese deseo nunca fue posible.
Este párrafo me sirve de báculo para reflexionar sobre los últimos datos del informe anual Panorama de la Educación. Indicadores de la OCDE, que hizo público el citado organismo internacional hace unos días. Los datos de España indican que la mitad de la población de edades comprendidas entre 25 y 64 años sólo tiene educación obligatoria. En este tramo de edad sólo el 21% de los españoles tiene el Bachillerato o Formación Profesional. Este es el dato clave para conocer el país en el que vivimos. Ni siquiera una cuarta parte de los españoles ha realizado el Bachillerato. El nivel educativo de un país está muy vinculado a la enseñanza secundaria. El Bachillerato y la Formación Profesional capacitan a los ciudadanos para su vida laboral y social. El Bachillerato ofrece una formación que si el alumno no accede a la universidad le permite continuar con una autoformación a través de lecturas, a través del consumo de productos culturales, cine, música, etc. y también a través de las necesidades formativas de cursos, seminarios y otros eventos que tenga que contemplar para mejorar en su vida laboral, etc. Esa enseñanza secundaria se muestra en los comportamientos y en las formas de los ciudadanos; en la educación que no se desprende del conocimiento puro si no de las formas y de los hábitos adquiridos.
En los datos del informe de la OCDE podemos tomar como modelos de referencia tres países Alemania: 59% de la población entre 25 y 64 años con Bachillerato o FP; Reino Unido, con 56% y Suecia, con 54%. En estos países la formación de mayoría de la población es de Bachillerato o FP y por ello también sus ciudadanos son más educados en formas, en comportamientos, en civismo, en general. Los contenidos de Bachillerato, más allá del itinerario que elija el alumno, capacitan a los estudiantes para iniciar sus estudios universitarios, si lo desean. La formación suele ser sólida y en muchos grados universitarios, los alumnos que han cursado un buen bachillerato viven el primer curso de las rentas de los años anteriores. En España, esto también está cambiando pues los estudiantes llegan a las aulas universitarias con deficiencias graves como la incomprensión de los textos, el exceso de faltas de ortografía, y la falta de fluidez oral y escrita. También con grandes lagunas de conocimiento sobre acontecimientos históricos y con una falta de cohesión en los contenidos estudiados. Por ejemplo, en Filosofía pasar de estudiar Aristóteles a Descartes, por falta de horas de clase. La atomización de los contenidos empieza a ser un problema. El estudiante tiene un gran puzzle de conocimiento pero no puede hacerlo porque no sabe cómo colocar las piezas. Por tanto, si avanzamos hacia una sociedad donde se intente que haya más números de estudiantes de Bachiller o FP tenemos que conseguir que al menos los contenidos estudiados tengan enjundia.
Y en relación con la cultura científica, es más permeable entre ciudadanos que tengan una formación media de mayor nivel. En el Reino Unido existe una larga tradición en la producción de documentales científicos, que tienen gran seguimiento por parte de la audiencia. Y tanto en Alemania como en Suecia, el compromiso de la ciudadanía con el entorno ambiental está muy presente. Somos europeos, pues intentemos imitar los mejores resultados de los países de referencia para que la sociedad del futuro sea científica y culturalmente más educada.