Exploradores del siglo XXI, forzando nuevos límites

Exploradores del siglo XXI, forzando nuevos límites

Esta semana fue la entrega de los XV Premios de la Sociedad Geográfica Española. Un año más, y van tres lustros, se reconocía en un acto público la trayectoria de esas personas que se toman la vida como una aventura, que apuestan por explorar, viajar, investigar y divulgar la diversidad de la Tierra. Un año más, la sala de la Fundación Mutua Madrileña, en Madrid, estaba a rebosar.

El nuevo presidente de la SGE, Juan José Gómez de la Muela, recordaba en la presentación que fue en 1997 cuando 14 personas, de diferentes ámbitos de la cultura y la exploración, decidieron crear una organización que me recuercda a la Real Sociedad Británica, fundada en 1830, de la que formaron parte Charles Darwin, David Livingston, Henry Morton Stanley o Francis Burton. 

Hoy ya no son tiempos de descubrir (para Occidente) nuevas tierras, de rellenar los agujeros en los mapas, pero tanto los premiados como los socios de la SGE tienen algo que les une con esos personajes del pasado: la pasión que marca sus caminos hacia una meta que no está al alcance de la mano.

Fue fascinante escuchar al explorador catalán Albert Bosch su encuentro con otro español, Ramón Larramendi, el mismo día y en un lugar tan fuera de una ruta cotidiana como es el Polo Sur. “No me lo podía creer cuando ví una bandera de Acciona. Me recordó al encuentro de Livingston y Stanley”, señalaba Bosch. Para llegar hasta allí, el ganador del Premio Viaje del Año tuvo que caminar 2.400.400 pasos, que son los que hay que dar para recorrer los 1.152 kilómetros hizo en solitario, y sin asistencia externa, desde la costa hasta ese inhóspito lugar.

Larramendi, por su parte, dirigía un equipo de cuatro personas que probó en otra travesía épica su último invento: un catamarán polar, un trineo movido por el viento que les había llevado a 20 kilómetros por hora a la misma meta. En este caso, el premio fue para Acciona, en la categoría de Iniciativa Empresarial por haber apostado por una expedición que buscaba probar un vehículo no contaminante para el continente blanco. Larramendi, que subió con Pío Cabanillas a recoger el premio, me contaría después que ya prepara la segunda parte, para 2014, si los ‘hados económicos’ siguen acompañándole.

Enric Sala, el joven biólogo español que trabaja como investigador y documentalista para National Geographic se ha llevado el Premio Investigación. No debió se fácil renunciar al éxito que ya supuso para él obtener una plaza de profesor en la Universidad de California. “Pero me harté de explicar a mis alumnos el obituario de los ecosistemas marinos, abandoné y ahora visito los mares más vírgenes del planeta, los investigo, porque sólo un 5% se conoce bien y esos espacios son como máquinas del tiempo que nos dicen lo que hemos perdido”.

Sala, que ahora prepara un viaje al Parque Nacional de Virunga (desde Ruanda) para ver los gorilas de montaña, se ha embarcado en un estudio para demostrar que la conservación es rentable, que genera empleo y riquza, un mensaje que quiere trasladar a esos líderes mundiales incapaces de ver que la protección de la naturaleza no tiene por qué monetarizarse. 

Otros premiados fueron la periodista Rosa María Calaf. Incansable, después de habernos trasladado desde la pantalla de televisión la realidad de 176 países, ya tiene a la vista una expedición que la llevará a Mongolia. Salvador Rivas, un botánico y alpinista que se llevó el Premio Nacional; y el Internacional fue para el explorador noruego Borge Ousland, la primera persona que cruzó los dos polos en solitario (tras cuyos pasos va Bosch).

A la escritora Cristina Morató, como miembro de la Junta Directiva de la SGE, le pregunté cómo es posible que sólo hubiera una mujer entre tantos aventureros, pero me contestó que no había sido fácil, porque hasta ahora sólo había dos mujeres en esa junta, ella misma y Lola Escudero, pero confiaba en que desde ahora las mujeres ocupen más espacio en ese cuadro de honor.

Ver reunidos al egiptólogo José Manuel Galán, al paleontólogo Juan Luis Arsuaga, a Diego Cortijo (el joven explorador de la Amazonía peruana), a escritores, viajeros y, en general, gente curiosa que nos acerca a la biodiversidad y bioculturalidad de este planeta, fue un ‘banquete’ de optimismo. Y salí pensando que este país necesita una epidemia de gente como ésta que se deje llevar por su pasión verdadera, arriesgada, exploradora de nuevos horizontes porque son estas personas las que abren nuevas caminos, geográficos, científicos, empresariales y de superación personal . Ahora, en España, estamos demasiado perdidos.

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