
Fue el científico más importante de su época y su influencia aún es notable. Prusiano de origen, francés de vocación, inglés en cierto modo y un mucho hispanoamericano, Alexander von Humboldt fue el primer científico que decidió mirar a la naturaleza con otros ojos. Lejos de las modas clasificatorias y reduccionistas de su tiempo, elevó la vista, y trepó a las cumbres más altas de los Andes para ver más lejos, para trazar desde allí una nueva visión del mundo. Ni más, ni menos.
Hijo de una rica familia prusiana, huérfano de padre muy joven, padeció una madre distante y gozó de un hermano fraternal, una de las relaciones más importantes de su vida. Nacido y muerto en Berlín, en sus casi noventa años de vida, entre septiembre de 1769 y mayo de 1859, viajó, además de por Europa con mucha frecuencia, pasando largas temporadas y París y en Londres, por América y por Rusia. Esos dos largos viajes, sobre todo el primero de ellos, los cinco años recorriendo los actuales Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Cuba, México y una parte de Estados Unidos, cambiaron su forma de ver el mundo y, tras ello, él cambió la forma en la que toda la humanidad empezó a ver en lugar donde vivía.
Andrea Wulf acaba de publicar la excelente biografía del polímata prusiano. Una magnífica ventana desde la que mirar a este tipo con tantos intereses, capaz de saber mucho y sentar cátedra como botánico, antropólogo, geólogo, naturalista, viajero, geógrafo, etnógrafo, climatólogo, astrónomo, vulcanólogo, explorador, zoólogo y ornitólogo, entre otras cosas. Fue, sobre todo ello, un trabajador infatigable. Con pocas horas de sueño al día y una actividad frenética, la influencia de sus libros aún es notable.
Fue el primero en ver que, en la naturaleza, todo está relacionado y que desecar una laguna tienen efectos miles de kilómetros más allá. Habló del cambio climático y de la influencia humana en él, de los efectos de la deforestación, de las especies claves en un ecosistema y de la similitud de vegetación a altitudes equivalentes en cualquier lugar del mundo. Fue el primero en tantas cosas que parece imposible tanta fecundidad y tanta genialidad. Por eso no es exagerado atribuirle La invención de la naturaleza, el título de la biografía. La obsesión por los datos y el uso constante de instrumentos científicos que le permitían medirlo todo con la máxima precisión es otra de sus características más notables.
Amigo de Goethe, de Simón Bolívar y de Lyell, influjo de Darwin, de Haeckel y de Thoreau, la biografía de Wulf se detiene cuidadosamente en la importancia del trabajo de Humboldt para mostrarnos su alargada sombra y su descomunal influencia. Un tipo que disfrutaba sobre todo en los viajes exóticos -Rusia le pareció muy poco interesante hasta que se metió a fondo en Asia- su vida personal no fue sencilla. Liberal y demócrata en época de reyes absolutistas, en cuya corte servía, militante contra la esclavitud y por la independencia, sufrió con el cambio en alguno de sus amigos, como Bolívar, que pasó de libertador a tirano.
Homosexual en un tiempo en el que, sencillamente, no se podía serlo, tuvo algunas relaciones fijas que le evitaron la soledad en la que casi siempre se encontró. Popular hasta límites que hoy se nos antojan imposibles, recibió miles de cartas en su vida, tanto de las personas a las que, en todo el mundo, pedía datos y confirmaciones de datos, como de espontáneos deseosos de que respondiera a sus preguntas. Hoy, para encontrar respuestas a todas las preguntas sobre él, ¿cómo hizo lo que hizo? ¿quién era en realidad? ¿qué aprendió y qué enseñó? ¿cómo pasó su vida? lo mejor sin duda es leer la biografía de Andrea Wulf, servida en español por Taurus en una excelente traducción. Léase, disfrútese.