Indignación popular y divulgación científica; lo que nos queda por hacer

Indignación popular y divulgación científica; lo que nos queda por hacer

Durante las últimas semanas hemos asistido a diversos partidos de tenis un tanto intensos en los que científicos y divulgadores nos hemos enfrentado a animalistas, grupos defensores de terapias alternativas como la homeopatía y anti-transgénicos. Los partidos se han mantenido en las pistas virtuales de las redes sociales y blogs, y el detonante ha sido el programa político de Podemos. Pero quizá eso sea lo de menos. Cada cierto tiempo se da uno de estos peculiares partidos… y de vez en cuando nos toca cuestionarnos su efectividad.

Tras haberme visto varias veces envuelta en discusiones de este tipo a nivel más y menos personal, quiero saber qué es lo que falla para que nunca – o casi nunca, no seamos dramáticos – sean fructíferas.

indigación
Twitter es una de las redes sociales donde más discusión se genera.

Pues bien, echando un ojo a lo que hay escrito hasta ahora, parece que uno de los que más han hablado sobre cómo gestionar la indignación popular entorno a asuntos científicos y tecnológicos es Peter M. Sandam, que ya por los años 80 definió una fórmula para medir el riesgo percibido. Según Sandman, el riesgo es igual al peligro real (medido con parámetros científicos como la morbilidad o la mortalidad) más la indignación popular que pueda generar. De modo que avances que representen un peligro real muy bajo puede ser de alto riesgo si la indignación asociada a ellos es alta.

¿Cómo sabemos cuándo una determinada decisión va a desatar mayor indignación pública? Según Sandman hay varios factores que modifican la indignación popular. Estos son algunos de ellos:

 

–       Obligatoriedad vs elección voluntaria. La imposición de una determinada tecnología o medida, suele ser peor aceptada que su elección voluntaria.

–       Control propio vs control externo. La mayor parte de la gente se siente mejor cuando conduce el coche, o le dirá al conductor cómo hacerlo si tiene alguna objeción, especialmente en una situación de riesgo.

–       Justo vs injusto. Distribución del riesgo. ¿Existe un grupo poblacional que esté en mayor riesgo que otro? Ej. Niños, grupos marginales, etc

–       Hecho ordinario vs hecho memorable. La energía nuclear está fuertemente asociada a las bombas nucleares.

–       Hecho temido vs hecho no temido. Ciertas enfermedades, como el cáncer, producen mucho más miedo que otras con la misma mortalidad asociada.

–       “Natural” vs “artificial”. El flúor añadido al agua potable se ha percibido como peor que el flúor encontrado en aguas subterráneas.

–       Políticamente correcto vs incorrecto. Hablar de “niveles aceptables de contaminación”, es algo así como hablar “niveles aceptables de criminalidad”. Aunque razonable, políticamente incorrecto y moralmente cuestionable.

–       Fiabilidad de las fuentes de las que procede la información. Los informes independientes siempre tendrán más credibilidad.

–       Consecuencias catastróficas vs crónicas. Tendemos a temer más los sucesos improbables (accidente de avión) que los más comunes (accidente de coche).

–       Efectos inmediatos vs tardíos. Es el caso del – a veces infundado –   miedo a que ciertas toxinas provoquen cáncer o malformaciones.

–       Percepción de los beneficios. Si, como pasa con las vacunas, dejamos de enfrentarnos a las enfermedades que previenen, es difícil percibir los beneficios que nos ofrecen.

 

Estupendo, conocemos algunos de los factores que más indignación popular desatan. Seguro que ya habíamos pensado en alguno que otro antes, pero ¿qué es lo que podemos hacer para gestionar esta indignación?

El primer paso, y el más obvio de todos, es hacer una estimación de la respuesta popular que cierta propuesta puede provocar y planear cómo actuar frente a ella. Como explica Antonio Martínez Ron en este artículo, la mejor manera de reforzar a alguien en su posición es decirle que está equivocado. Justamente por eso es fundamental planear una estrategia de acción antes de que se implante una idea irracional que será más difícil de erradicar cuanto más asentada esté.

Es imprescindible involucrarse en el debate que se genere, ya que retirarse del mismo da la impresión equivocada y refuerza la posición contraria. Reconocer las debilidades e incertidumbres de la propuesta, de haberlas, y admitir que son preocupantes puede mejorar nuestra credibilidad. Es importante recordar que los humanos nos comunicamos con historias. Así que presentar nuestra propuesta a través de ellas, y propiciar el contacto humano – a través de grupos de apoyo o consultas personales – la hará más fácil de digerir. Por supuesto, recabar apoyos de diferentes grupos y asociaciones profesionales es fundamental para no lanzar un mensaje que parezca unilateral.

La base de todas nuestras comunicaciones debe ser la escucha. Cuando tenemos miedo de algo necesitamos sentirnos arropados y entendidos, no sólo datos. Sigamos discutiendo, sigamos escuchando. Se ha hecho mucho y muy bien. Pero aún nos quedan muchos retos en esto de la divulgación. Y los que vendrán.

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