¿Para qué sirve una mosca?

¿Para qué sirve una mosca?

Esto mismo le preguntamos hace un tiempo al investigador de la Universidad de Alicante Santos Rojo. Entonces, el entomólogo, biólogo y director del Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales de la UA nos respondió, para la pieza de divulgación de ciencia del proyecto La Universidad Responde, que las moscas <<tienen mucha importancia>>.

Santos Rojo

Como actores fundamentales en la degradación de la materia orgánica, las moscas posibilitan su reciclaje y la formación de nueva biomasa viva que sirve de base de sustento para la pirámide ecológica. Las moscas descomponedoras son vitales en la eliminación de residuos orgánicos producidos por el ser humano y tienen importantes aplicaciones, como es el caso de su uso en el ámbito forense policial para la resolución de crímenes y asesinatos. Además – y esta es otra posible salida – se pretende lograr un desarrollo tecnológico que permita la producción de harina de insecto para su empleo en nutrición animal. Para este fin, el profesor Santos Rojo se embarcaba en el proyecto de investigación FlyHigh, financiado por la Unión Europea y en el que participa con la spin-off Bioflytech, empresa de base tecnológica dedicada a la cría y producción masiva de diferentes especies de dipteros (moscas). El proyecto va en la línea que ya sugirió la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, hace ahora dos años, y cuya propuesta sostenía que comer insectos puede ser una posible solución al hambre en el mundo; esta afirmación se basaba en el preceptivo informe.

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            Estos son algunos ejemplos de aplicación de las moscas y su utilidad práctica para la Ciencia. Pero el Arte, donde la mosca ha sido representada en menor medida que otros seres vivos, quizás por la relación que se hace de su imagen con lo sucio, necrológico o desagradable, o por su insignificante tamaño, no obstante también encuentra su espacio. Así, para el artista plástico Aurelio Ayela la mosca apareció, fruto de una sesión de dibujo automático, y se convirtió en el eje central de una pulsión constante y continua que le llevó a dibujar, durante unos 25 días hasta producir el total de 267 “moscas”, todas ellas diferentes. La casualidad quiso hacer coincidir los días de ejecución del proyecto con el tiempo de vida de la mosca común: 25 días.

 

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Partiendo de una forma sintética, configurada por un núcleo central y un aspa en forma de doble hélice, el artista la llevó a mutar enriqueciendo sus matices hasta bifurcarse progresivamente en aspectos más icónicos, más narrativos, más realistas, e incluso adoptando estilos dispares o inventando otros nuevos.

Seguramente, en la conversación que se establezca el martes 31 de mayo tras el par de conferencias del Ciclo DivulgArte en la Sede Universitaria Ciudad de Alicante, Santos Rojo y Aurelio Ayela nos desvelen mucho más de Ciencia y de Arte y de la estrecha vinculación entre ambas, en torno al común tema Moscas y Arte. Por eso será una suerte poder estar allí.

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