Dejo aquí colgada la intervención que hice el pasado 20 de enero en el Primer plenario del Foro español para el diálogo sobre el mix energético, que se celebró en la Escuela de Industriales, en Madrid.
Buenas tardes. Tengo la fortuna de hablar el último así que ahora, como periodista, debería dar buena cuenta de lo que aquí se ha hablado. Porque, se supone, esa es la tarea de los periodistas. Contar cuantos son y qué les pasa. Y, a mi juicio, ese debe ser su trabajo en este asunto de trata de fomentar el diálogo social sobre el mix energético. Proporcionar información y herramientas para que el público se forme su propio criterio y opine y decida lo que mejor le parezca. Así que, si me lo permiten, yo voy a hacer algunas reflexiones sobre ese diálogo y sobre el papel en él de los periodistas, más que sobre el propio mix. Y lo hago sin perder de vista, como ha dejado escrito Arcadi Espada, que “ninguna batalla decisiva de la contemporaneidad puede producirse fuera de los medios”.
Porque a los periodistas no nos corresponde decir, como periodistas, cómo ha de ser el mix. Sí, desde luego, como ciudadanos, como cualquier ciudadano. Pero nosotros somos, debemos ser, deberíamos ser, notarios de la realidad, no actores. No nos corresponde a nosotros señalar que la política energética debe ser una política de largo plazo, con mayúsculas. No nos corresponde decir tampoco que las decisiones de largo plazo deben ser producto de grandes consensos. Pero, eso sí, debemos saberlo.
No nos corresponde a nosotros decir que los tres pilares de toda política energética, la seguridad de suministro, el coste y los condicionantes ambientales, han de ser tenidos en cuenta y valorados en el debate. Pero sí debemos saberlo, sabiendo además que pueden ser contradictorios, que normalmente, una mayor seguridad es más cara que estar más en precario. Pero se trata de una decisión política, ni siquiera técnica, aunque deban de tenerse en cuenta considerandos técnicos.
Ese decisión, política, no debe de ser sencilla, a juzgar por lo que cuesta tomarla. Y no debe serlo tampoco si tenemos en cuenta que la Unión Europea ha sido incapaz de tomar decisiones conjuntas relevantes sobre política energética: hay una política agraria común, tenemos una moneda común, pero no hay una política energética común. Y eso debe obedecer a algunas razones. De hecho, las decisiones que afectan al sector energético se toman desde el área de medio ambiente, por ejemplo todas las referidas al horizonte 20/20/20, o desde el área de competencia, como las decisiones encaminadas a fomentar el modelo de transportista y operador único de redes.
Veamos un ejemplo de la toma de decisiones políticas, es decir, producto del acuerdo o de la imposición de quien gobierna y que afectan de manera notable a los ciudadanos, lo sepan o no. ¿Cuánto petróleo debemos almacenar como país? ¿Con qué reservas de gas debemos contar? ¿Para 10 días, para 100, para 50? Se trata de una decisión política con consecuencias económicas y consecuencias sobre la seguridad de suministro. ¿Qué riesgos quiere asumir la ciudadanía?
Pues, una vez más, en este asunto la contribución de los periodistas, en mi opinión, ha de ser la de contar, por supuesto con rigor, las consecuencias de las distintas posibilidades, y para eso tenemos que hacer nuestro trabajo consultando fuentes, jerarquizándolas, permitiendo que los ciudadanos estén informados y puedan formarse su propio criterio. Insisto, su propio criterio, no el nuestro, no el de las fuentes que mejor nos caigan o con las que simpaticemos.
Tenemos, por tanto, la obligación de conocer bien a nuestras fuentes, de saber bien por donde respiran. No solo saber de qué pie cojean, sino saber quiénes son, a quien hay que llamar en cada caso, cómo contrastamos la información. Porque de lo que se trata es de contrastar la información. Al decir que no tenemos que tomar partido no quiero decir que debemos ser simples correas de transmisión de datos más o interesados de las fuentes. Si lo que la fuente dice es una barbaridad, tenemos que ser capaces de detectarlo.
Por eso, lo primero que tenemos es que saber de lo que hablamos. Por eso, creo firmemente en la especialización en la información. Hay que tener historia, conocimientos, contactos y criterio para hacer bien una información. Sabiendo qué papel debe jugar cada pieza en el rompecabezas de la información: la historia, los conocimientos, los contactos y el criterio. Como decía el periodista Lester Markel, “lo que ves es noticia, lo que sabes es conocimiento, lo que sientes es opinión”. Y no debemos confundir ninguna de las tres, aunque hemos estar provistos de todas para hacer una buena información.
Tenemos, por tanto, que saber sobre renovables y térmicas, sobre carbón y nuclear, sobre eólica y fotovoltaica, sobre el mix y la cobertura de demanda. Y un poco, aunque sea un poco, del cómo funciona el sistema eléctrico y casi casi me atrevería a decir que también cómo funciona el mercado, aunque supongo que ya conocen ustedes el dicho: el mercado eléctrico español es tan raro que si te lo explican y lo entiendes es que no te lo han explicado bien.
Es decir, tenemos que tener fuentes, contactos, maneras de contrastar la información. Porque, así como todos los enfermos de House mienten, todas las fuentes son interesadas. Todas. Y es necesario saber el interés de cada una, y es necesario tener otra fuente con la que contrastar la información proporcionada. Tendrán interés económicos, ideológicos o de cualquier otro tipo, pero todas tienen intereses. Todas las fuentes quieren arrimar a su sardina el ascua de la noticia.
También por esta razón considero que tenemos que tratar la información energética de manera desideologizada, algo no siempre sencillo. ¿O es que estamos seguros de que cerrar nucleares es de izquierdas, como hace Angela Merkel? ¿O instalar muchas es de derechas, como en China? ¿O son de izquierdas los inversores estadounidenses que protestan por la retroactividad de las primas a la solar? Evitemos los apriorismos y prefiramos el análisis, huyamos de los encasillamientos y miremos con los ojos de la razón.
Y, como periodistas, también debemos de ser críticos e independientes de las fuentes y de nuestra propia opinión, de nuestros sentimientos. Sobre todo se nuestros sentimientos. A los periodistas que hacen deporte no se les pide, más bien al contrario, que sean de un equipo de futbol o de baloncesto; a los periodistas de sucesos no se les pide que estén de parte de la policía, del juez o del ladrón. A los periodistas científicos y ambientales no se nos debe pedir que estemos a favor o en contra de ninguna opción energética a priori. Claro, tenemos ideas, corazón e ideología, pero, como decía el antes citado Lester Markel, lo que sientes es opinión y nuestra labor es informar, permitir que otros se creen su propio criterio, no contaminarles con el nuestro.
Pero, además de la información pura, el hecho de que tratemos cuestiones que no son de dominio público nos va a obligar con frecuencia a hacer divulgación, además de hacer información. Esto se debe a que algunas de las cuestiones que se han de tratar en estas informaciones, insisto, no son de dominio público y no son bien conocidas o son incluso completamente desconocidas. Y así como el cronista deportivo no se ve en la obligación de explicar qué es un fuera de juego, el periodista que hable de fuentes de energía del futuro quizá tenga que dedicar unas líneas a explicar la diferencia entre fisión y fusión nuclear o el funcionamiento del hidrógeno como combustible para mover un coche. O la diferencia entre potencia instalada y cobertura de la demanda o de qué hablamos cuando hablamos de un hueco de tensión.
En este mismo sentido y un poco a caballo entre la información y la divulgación, debemos ser conscientes de los mitos del sector eléctrico y no caer ellos. Se trata de un sector en el que los mitos abundan y se han convertido en incontestables lugares comunes. Por ejemplo, España vive de la electricidad que producen las nucleares francesas, sin cuya ayuda el sistema se vendría abajo. Falso, España produce más electricidad de la que consume, así que es exportadora.
Otro mito: los residuos de Vandellós 1 nos cuestan 60.000 euros diarios que hay que pagar a Francia. Falso, es un depósito que será reembolsado en su mayor parte. Otro: hay que tomar decisiones ya sobre la construcción de nuevas centrales nucleares si queremos llegar a tiempo para cuando hagan falta: falso, la potencia instalada actual y el ritmo de penetración de renovables y el incremento previsto de la demanda muestran que no es necesaria más potencia de base, de la de 8.700 horas, al menos durante toda esta década, aunque quizá sí potencia flexible. Y otro más, el último: las energías renovables exigen menos red de trasporte. Falso, de hecho es todo lo contrario, las renovables exigen más red, porque a una demanda caprichosa se le suma una oferta variable que depende las condiciones del tiempo y que además se mueve. Me gustaría, para terminar, hacer un llamamiento a los actores principales para que hagan un esfuerzo de información. Esta decisión del mix, una decisión política, como decía antes, ha de ser tomada por la ciudadanía y por sus representas con el mejor criterio posible, con la máxima información y con todo el rigor, excepto el rigor mortis. Por eso, me parece que esta iniciativa, la del diálogo por el mix, es una aportación interesante y que quiero agradecer yo también a los organizadores, ya que nos permitirá a todos contar con más elementos de juicio. Y en este debate el papel de los periodistas es, precisamente, facilitar esa comunicación, y para ello lo mejor es contar con las viejas normas del periodismo, aquellas que insistían en contar lo que uno ve con profesionalidad.
Tratemos de ser como el periodista Manuel Chaves Nogales, que inventó en España, treinta años antes que Truman Capote y Norman Mailer eso del nuevo periodismo. Tenemos que ser, digo, como Chaves Nogales, si ello es posible. De él dice Antonio Muñoz Molina en el prólogo del libro que recoge sus crónicas de la Guerra Civil que “no se casaba con nadie. En su integridad intelectual, en su independencia política, en su radical toma de partido por los seres humanos de carne y hueso frente a las abstracciones genocidas de las ideologías de su tiempo, el comunismo y el fascismo, a la altura de Chaves Nogales solo está George Orwell”. Ya me gustaría que los periodistas de hoy fuéramos como Chaves Nogales, aunque no creo que eso sea posible. Pero, al menos, deberíamos intentarlo.
Muchas gracias.