¿Qué hace la ciencia por nosotros o nosotros hacemos por ella? Es la pregunta que nos gustaría que nos respondieran. Pero antes, decirles que a principios de marzo de este año 2015 conocíamos la noticia de que España se ha quedado fuera de los dos mayores programas internacionales para estudiar riesgos geológicos como son los temibles terremotos o volcanes. ¿Por qué? Pues por no pagar, desde 2011, la cuota a la que se había comprometido (El Mundo, 6/3/2015). Es decir, por morosos. Recientemente conocíamos, por otro lado, otra funesta noticia también relacionada con la implicación de España en instituciones científicas internacionales: España deja de formar parte de lo que es la ‘Organización de las Naciones Unidas’ de la Química en el mundo: La International Union of Pure and Applied Chemistry -conocida como IUPAC.

No es de extrañar que a muchos lectores, oyentes de radio, televidentes con cierta sensibilidad e interés por la información le surjan preguntas a la vista de esta información ¿Realmente sirve de algo participar en estos programas internacionales? Podríamos discutirlo largo y tendido, seguramente, en términos estrictamente económicos. Pero todos tenemos claro que España tiene que estar ahí donde nuestros científicos están, tanto por su preparación como por la representación que hacen de nuestro país, aprendiendo y dialogando con nuestros colegas de otras culturas, de otros países tan soberanos como el nuestro.
Lamentablemente, la posición de España en el ámbito internacional se está viendo perjudicada debido a la política que ha seguido nuestro país en estos últimos años, tendente a salir de grandes proyectos científicos internacionales, incumpliendo compromisos de financiación, y abandonando su presencia en instituciones internacionales de reconocido prestigio científico y social, en algunos casos por impago, como decíamos antes. Hace ya algunas semanas, el señor Álvaro Nadal, director de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, pretendía justificar la desinversión en ciencia de nuestro país “porque no es rentable a corto plazo” (LaRioja.com 24/3/2015). A corto-medio plazo, los que suscribimos este escrito, opinamos que la política que se ha seguido en ciencia no es acertada; ni es buena para el país, ni para los españoles.

La IUPAC es una organización de armonización y estandarización internacional que se puso en marcha en 1919. Entre otras cosas, además de la nomenclatura química, dedica recursos económicos aportados por sus miembro a calcular y refinar, por ejemplo, masas atómicas, constantes químicas universales, estandariza la nomenclatura científica, y un largo etcétera de aportaciones al día a día de la química internacional que, sin duda alguna, se hacen indispensables para el arbitraje técnico de esta ciencia. Además, la IUPAC impulsa y favorece el intercambio de conocimiento científico mediante la organización de congresos mundiales (también aportando recursos económicos que abonan sus miembros-asistentes).
¿Es importante la IUPAC para España? ¿Qué ha hecho la IUPAC por España? Estas preguntas son relevantes aunque capciosas. ¿Qué hace el Museo del Prado por España? Y, ¿qué hace la Real Academia de la Lengua Española por España? Quizá mantener y divulgar el conocimiento o proteger y mostrar el arte o la lengua no sean tareas de las que podamos llamar rentables o beneficiosas en términos exclusivamente económicos, pero son importantes. También para España.
La IUPAC va a seguir estando ahí, aunque no participemos de ella. Seguiremos pudiendo aprovechar lo que determinen sus comités científicos sin pagar la cuota correspondiente. Hasta puede parecer inteligente abandonar la organización, si no fuera porque no deseamos ser testigos de piedra de la creación del conocimiento científico. Porque a nuestro juicio y por responsabilidad, debemos ser miembros y participar de la IUPAC. Y aportarle valor a través de la valía de nuestros científicos. Queda por determinar la magnitud del problema al que nos hemos enfrentado y que se ha resuelto con la decisión de no pagar y, por lo tanto, haber sido expulsados. Hemos tratado de encontrar la cifra exacta de nuestra aportación económica pero no hemos sido capaces de concretarla a partir de una fuente oficial, seguramente merced a la transparencia del acto administrativo. Según algunas fuentes (El Mundo 14/03/2015) rondará los 15.000 euros anuales. Nada si los comparamos a los 19 millones que se estima será la multa a nuestra región (la Comunitat Valenciana) por falsear sus Cuentas entre 1988 y 2011.
Otro planteamiento que se deriva de la publicación de estas noticias nos sugiere hablar precisamente de la propia divulgación de la ciencia. Nos preguntamos así pues: ¿Sabemos explicar las cosas? ¿Empleamos todos los medios a nuestro alcance para llegar al ciudadano? ¿Le dedicamos el tiempo que se merecen? Desde nuestra opinión es de obligado cumplimiento por respeto a la sociedad que con sus impuestos mantiene el desarrollo científico -dejando al margen, ahora, la gestión pública- explicar la ciencia con ‘con-ciencia’ y hacerlo fomentando el pensamiento crítico como única herramienta seguramente encaminada a producir ese profundo cambio cultural que necesitamos. Es decir, la divulgación de la ciencia que parte del propio científico tiene que ir más allá, debe dejar huella en la sociedad. También vemos que resulta importante (y cada día que pasa más si cabe) para complementar a esta divulgación -al fin y al cabo del trabajo de los científicos, dar a conocer a todas esas pequeñas o grandes instituciones que sustentan y dan cobijo a la Sociedad Científica española (a los científicos) y, por qué no también, a las instituciones internacionales en las que España sigue teniendo participación, y en las que también podemos encontrar a científicos, y españoles.
Siguiendo el discurrir normal del tiempo, llegados al mes de abril nos encontramos con otra nefasta noticia que, a mayor desgracia de los “premiados” (modo irónico off) afecta a una rama del conocimiento y a un rasgo característico de nuestro patrimonio cultural y, también, natural como es la astronomía y la astrofísica en España. Hablamos del programa Consolider que, tal y como leíamos en 2009 en las páginas de ABC, era un programa con el que se pretendía poner en marcha iniciativas que abordarán la realización de proyectos ambiciosos de investigación, “que abran las nuevas fronteras del conocimiento”, palabras del secretario de Estado de Investigación, por entonces, quien ‘según las crónicas’ insistió en la importancia de uno de los objetivos del programa: Colaborar con la iniciativa privada, para “transgredir” el conocimiento y crear empresas de base tecnológica mediante la obtención de patentes. ¿Sabemos hoy algo de todo eso? Se informaba en ABC de que “los proyectos tienen una financiación media de cinco millones de euros durante cinco años e inciden en las áreas estratégicas del Plan Nacional como Física, Humanidades y Ciencias Sociales, Energía y Sostenibilidad, Biotecnología, Nanociencia y Nanotecnología, Sociedad de la Información o Ciencias de la Salud”.

De vuelta a 2015 leíamos a finales de abril en El País un texto firmado por Alberto Pol y Miguel A. Del Pozo en el que se denunciaba, desde la tribuna pública que confiere el periódico a todo aquel que precise asomarse, la ‘conversión’ del programa de desarrollo científico ‘Consolider’ en un mero ‘cadáver’ más ocultar en el armario del zaguán de esta mal llamada ¿crisis?
Cierto es que el programa que lo respaldaba, ‘Ingenio 2010’ era de vigencia quinquenal y que ya tocaba ‘tocata y fuga’, pero si éste se ha prolongado durante nueve años ha sido, precisamente, debido a su éxito , éxito -todo hay que decirlo- poco pregonado en los medios y por parte de nuestros representantes públicos. Y nos preguntamos: ¿Por qué perder la oportunidad de apostar por un programa Ingenio 2020 que supere al anterior? En un somero resumen estadístico, el programa Consolider ha dado trabajo a casi 7.500 investigadores (sólo damos el dato del número de investigadores, es decir, del trabajo directo) para un total de 77 proyectos de excelencia (a una media de 80.000 euros por proyecto) con un alcance de 822 grupos de trabajo, todos ellos punteros en su materia. Y, ¿caduca sin más?
Sólo los 36.000 millones de euros empleados en el “rescate” de Bankia habrían supuesto 930 años del programa Consolider. Ahí es nada. Y es que, como leíamos también en mayo en otra cabecera, esta vez digital como es eldiario.es, de entre los programas que quedan ‘al pairo’ financiero “destaca el Consolider-GTC que ha llevado a España a estar en la vanguardia de la astrofísica a nivel internacional, con el mayor telescopio óptico del mundo, el Gran Telescopio de Canarias”, inaugurado a bombo y platillo en 2009 por el por entonces Príncipe Felipe. hoy Rey.
Dejamos finalmente una pequeña reflexión que quizá deberíamos hacernos antes de seguir a otras cosas. Añadiendo antes (disclaimer) que la reflexión que nos hacemos no es -como se ha dicho al principio- si las organizaciones o grandes proyectos científicos internacionales hacen algo por España, ya que esa no es su misión. La pregunta, la reflexión abierta que depositamos en este escrito es si España –los españoles, quieren hacer algo por la ciencia, su ciencia.
O será que en el fondo nos importa un ápice el progreso de nuestra preciada sociedad del bienestar. Esa misma que heredarán, tal vez, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. O puede que no. No queremos comprobarlo.
Firmado:
Ion Such Basañez, doctor en Ciencias Químicas por la Universidad de Alicante.
ion.such@gmail.com
Manuel Rodríguez de Viguri, miembro de la Asociación Española de Comunicación de la Ciencia, periodistas científicos.
@rdeviguri – manoloviguri@gmail.com