Terremotos y literatura

Terremotos y literatura

Estimados colegas,
En homenaje a la serenidad con que el Principe de Asturias soportó los remezones (Richter grado 6) durante la ceremonia  del cambio de mando presidencial el 11 de marzo en Valparaíso, adjunto mi reseña de la sismicidad que comenzaron a registrar los colonizadores españoles desde el siglo XVI… Cordial saludo.

Eduardo Reyes, periodista científico
Presidente de la Asociación Chilena de Periodismo Científico

 

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Alberto Fuguet, autor de “Mala onda” y crítico de cine, comentó que “en Chile ni la literatura ni la gente toma en serio los sismos”. La observación admite algunas rectificaciones. De partida, los cronistas de la época colonial escribieron detallados relatos de los terremotos en las nacientes ciudades del Reino de Chile. Por ejemplo, el de mayo de 1647 en Santiago, famoso por dejar una imagen de Cristo con su corona de espinas atravesada en el cuello. En otra visión, también se anotaron las salidas de mar en Valparaíso y Concepción, cuando la ciudad sureña se ubicaba frente a la playa de Penco.
En aquel tiempo, la gente estuvo lejos de ser indiferente a los temblores, los cuales trataban de prevenir o mitigar mediante procesiones religiosas y el refuerzo de la albañilería de adobes. En concreto, Chile salió mucho mejor parado que el Virreynato del Perú en afrontar estos desastres naturales.
A continuación, las reseñas sísmicas fueron descritas por los historiadores con criterio más objetivo, como se aprecia en las obras de Vicuña Mackenna y Barros Arana en el siglo XIX, y de  Francisco Encina en versión más reciente. No cabe señalar, en cambio,  que el género novelesco sea prolífico en incluir peripecias telúricas, lo cual confirma la crítica de  Fuguet. Sin embargo, Pablo Neruda tiene numerosas estrofas sísmicas en su “Canto general de Chile”, y  Violeta Parra, al compás del maremoto de 1960, escribió: “Puerto Montt está temblando, con un encono profundo; es un acabo de mundo, lo que yo estoy presenciando…”
En compensación, los trabajos teóricos y experimentales de los sismólogos chilenos han logrado prestigio internacional. Pero se trata de obras en lenguaje matemático, difíciles de comunicar a las autoridades políticas que son reacias a financiar investigaciones científicas. Fue el caso de la solicitud que formuló el Servicio Sismológico, U. de Chile, en el año 2007, luego del terremoto de Aysén,  cuyo primera parte de fondos solo se entregó en octubre del 2009. ¿Cuánto? Cinco millones de dólares para  implementar instrumentos en una extensa zona del país.
La sinergia actual de terremoto con tsunami es el mayor desastre de nuestra historia, en vista de que afecta a las  regiones más pobladas del país. Sin desconocer la magnitud del impacto, quedaron en evidencia graves debilidades y confusiones en el sistema preventivo y de salvaguardia de vidas humanas. El proceso rectificador se debe ejecutar en paralelo a la reconstrucción.
En medio del destrozo y del duelo que dejó el tsunami, sobresale la voluntad de los pobladores de las caletas para reinstalar sus hogares y sus faenas en el litoral afectado. No somos gente agobiada por los cataclismos.  Luego del terremoto que devastó a Valparaíso el 16 de agosto de 1906, un verso de la Lira Popular decía:
Aquí estoy yo
y usted también
como en la noche del 16…

(Publicado en El Mercurio de Valparaíso, 16 de marzo 2010)

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