Autor: Antonio Calvo Roy
El método científico es uno, claro, pero hay muchas maneras de aproximarse a la realidad, de describirla. Si, como señala Ángeles Mastretta, “solo la precisión conmueve”, a veces es más eficaz transmitir esa aproximación a la realidad con un verso que con una fórmula, con un párrafo que con una ecuación, con una mirada que con una teoría. Joaquín Araújo lleva toda su vida describiendo con la precisión de un cirujano lo que nos rodea, con una especial dedicación a los árboles para permitirnos ver el bosque. Centenares de enciclopedias, películas, libros, artículos y conferencias le han convertido en el gran divulgador de la naturaleza por tierra, mar y aire. De la tierra, el mar y el aire. Con la precisión del poeta.
Su penúltimo libro —siempre es el penúltimo para alguien que ha superado los 100 títulos— es Los árboles te enseñarán a ver el bosque, una negación del dictum popular que nos dice que el detalle no nos permite comprender el todo. En los detalles, sin embargo, está el todo, dice Araújo. En cada árbol está la promesa del bosque, su semilla. Como en todos sus libros, hay mucho de sí mismo, hay datos, hay actualidad, hay citas, historias, poemas —propios y ajenos—, cartas, haikus, reflexiones, campañas… hay vida a raudales. Y hay, sobre todo, una cierta mirada sobre todas las cosas que son un bosque, que es en sí todas las cosas. De los libros, claro, a todo, absolutamente todo. Como decía otro Joaquín, Costa, el árbol es “lo que nos acompaña fiel desde las cinco tablas de la cuna hasta las seis del ataúd”.
Además de plantar decenas de miles árboles “para que sea menos mortal la muerte”, Araujo ha participado en cuantos manifiestos, actividades, libros o lo que quiera que haya tenido a mano para resaltar la importancia de los bosques, para defenderlos de nosotros, pero para nosotros. Los bosques, los árboles, son “de lo que más he escrito y hablado; quizá solo el agua se aproxime a esta dedicación”, y este libro, con cierto aire recopilatorio, es una suma de miradas, propias y ajenas, sobre lo que significan, lo que suponen. La mirada es, claro, la de un naturalista profesional, pero también la de un apasionado lector que transita “jardines ajenos”, como escribió Bioy Casares, de los que espiga citas y poemas que entreveran su propio texto.

Este 23 de abril que nos tarda tanto, encerrados entre las cuatro paredes salvadoras de cada casa, celebremos con libros el día del libro. Quizá más que nunca estos días que no hay bares los libros, que vienen del bosque, son tablas de náufragos que nos ayudan a sobrellevar con buen ánimo, con optimismo, esta notable situación, este naufragio. En este tiempo de ventanas estáticas —siempre el mismo paisaje durante los aplausos—, los libros son las mejores ventanas posibles, la puerta de salida, el viaje a otros mundos, la posibilidad de hacer nuevos amigos, el goce puro. Y, además de a los autores, se los debemos a los bosques. Este en concreto nos propone un delicioso paseo por cada bosque que Araújo ha caminado, por lo que allí ha visto y vivido, por quienes lo acompañaban, por lo que entre los árboles ha sentido.
A finales de 2019, en el madrileño Museo Nacional de Ciencias Naturales, un grupo de amigos le rindió un homenaje por sus 51 años de profesión divulgadora, de compromiso en la defensa de la naturaleza. Varias docenas de amigos le dedicaron unas palabras, y, entre ellos, yo leí —perdón por lo autorreferencial— este haiku, a la manera de Araújo, que hoy comparto aquí, como homenaje.

- Joaquín escucha
- agua que corres dando
- vida a la vida
- Ave que vuelas
- Araújo te mira
- solo emboscado
- Fiel alcornoque
- atalanta la vida
- Ponciano escribe
Joaquín Araújo
Los árboles te enseñarán a ver el bosque
Editorial Crítica, Barcelona, 2020