“Una vida en nuestro planeta”, la historia más urgente de nuestro tiempo

“Una vida en nuestro planeta”, la historia más urgente de nuestro tiempo

Autor: Bruno Martín de la Llama

Oí por primera vez a David Attenborough narrar una tragedia en su serie Planeta azul. Yo tenía siete años y contenía la respiración, al ver en la pantalla cómo una familia de orcas daba caza a una ballena gris y su cría. Finalmente la pequeña, incapaz de seguir el ritmo de su madre, caía agotada ante los perseguidores. Pero el documental no reflejaba mi disgusto; en la suave voz de Attenborough, este desenlace era natural, aceptable.

Aprendí a respetar algunas injusticias del mundo silvestre y empecé a indignarme por otras. Las orcas no parecen tan malas cuando descubres que fueron personas quienes mataron hasta la última ballena gris del océano Atlántico. Solo los humanos tenemos la capacidad de hacer eso, ocupar cada rincón salvaje del planeta, acabar con especies enteras. Y nunca lo hemos hecho tan rápido como ahora.

“La verdadera tragedia de nuestra época se está produciendo en todo el mundo, apenas perceptible cada día. Hablo de la pérdida de nuestras zonas silvestres, de su biodiversidad”, dice Attenborough con 93 años en su último documental para Netflix, Una vida en nuestro planeta. Con su habitual calma y lucidez, el naturalista británico comparte un testimonio personal y terrible: la desaparición, a lo largo de su vida, de especies y ecosistemas completos.

El mensaje de Attenborough es directo. Necesitamos la Tierra y todas sus criaturas para sobrevivir. El planeta podrá seguir sin nosotros, pero nosotros no podremos seguir sin el equilibrio de especies que propició nuestro éxito.

Las crisis gemelas de la pérdida de biodiversidad y del calentamiento global son problemas de tanta envergadura que parece imposible retratarlos en una película de 80 minutos. Cualquier comunicador que se enfrente a la tarea debe sortear los sesgos y atajos programados en el cerebro humano para ignorar estas cuestiones que parecen lejanas en el tiempo y el espacio. Si alguien puede hacerlo, claramente es Attenborough, quien ha dedicado su vida a traer las maravillas del mundo natural hasta nuestros salones.

Este es el primer gran logro del documental. Salva la distancia psicológica centrándose en una escala temporal comprensible, la vida de su narrador. Hace frente al desapego, al partidismo y a la desidia con un relato emocional, universal y urgente. Y disecciona la complejidad del problema con un guión soberbio y una edición meticulosa, que guían de la mano y no permiten apartar la mirada del bellísimo planeta que nos jugamos.

El segundo acierto es, si cabe, más difícil. Una vida en nuestro planeta logra todo lo anterior sin atrapar al espectador en la desesperación. La película es triste, sí, pero no derrotista. “¿Qué hacemos entonces?”, pregunta Attenborough. Y responde: “Es bastante sencillo. Lo hemos tenido delante todo este tiempo. Para restaurar la estabilidad del planeta, debemos restaurar su biodiversidad, la misma que hemos destruido. Es la única forma de salir de esta crisis que hemos creado. Debemos renaturalizar el mundo.”

Sin entrar en quién tiene la culpa o la responsabilidad de asumir cada tarea —otro acierto comunicativo—, Attenborough nos ha dejado una lista de deberes, apuntalada con ejemplos de éxito. Tenemos mucho que hacer. Desde la reducción de la natalidad, que depende del desarrollo económico sostenible, la sanidad universal y la educación de las niñas, pasando por la transición energética y la regulación de la pesca, hasta la conversión de nuestra dieta, existen fórmulas probadas para encauzar el rumbo de nuestra especie. Si actuamos con sabiduría, nos advierte, el futuro es esperanzador.

La impresión que deja este documental me acompañará durante mucho tiempo. Arrancará conversaciones necesarias; la semana pasada, me decía un compañero que ya está moviendo sus ahorros a un banco que no invierta en combustibles fósiles. Quizás es porque nadie había contado de forma tan palpable el deterioro que sufre nuestro hogar, o de forma tan concisa los pasos que debemos tomar para salvarnos. Corro el riesgo muy moderno de sonar ingenuo, pero realmente espero que guíe el comportamiento de gobiernos, empresas y ciudadanos. Por favor, vedlo.

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