Una visita a Falling Walls: ¿derribando muros en Berlín?

Una visita a Falling Walls: ¿derribando muros en Berlín?

Son muy anchas las avenidas en Berlín

Falling Walls Conference 2017 en Berlín.
Falling Walls Conference 2017 en Berlín.

Hubo velocidad, un sinfín de charlas y varias paradojas.

Llevaba tiempo persiguiéndolo y este año al final pudo ser. Gracias a una beca de la AECC y la EUSJA, el pasado noviembre viajé hasta Berlín para asistir a las Falling Walls, unas conferencias anuales sobre ciencia que se celebran desde 2009 con cada aniversario de la caída del Muro.
La beca cubría el hotel, no el viaje. Pero desde Barcelona es bastante asumible.
Mereció la pena.

El lema de las conferencias es tan potente con su carga histórica que pueden usarlo y lo usan con casi cada uno de sus propósitos: derribar los muros entre la ciencia y la sociedad, entre la ciencia básica y la aplicada, entre cada uno de los problemas que las investigaciones tratan de atajar: las resistencias a los antibióticos, el cambio climático, la contaminación, el cáncer.

Inmersas en la Semana de la Ciencia, entre toda una suerte de propuestas y charlas para hacer colar la ciencia entre las calles de Berlín, las Falling Walls se dividen en tres ejes principales: los llamados Lab y Venture—con microcharlas de investigadores y emprendedores que compiten por un premio final— y el plato fuerte, la Conference: un día entero dedicado a las presentaciones de 16 investigadores de los más diversos temas, todos ellos profusamente reconocidos.

Esto es, grosso modo, cómo se organizaba y qué sucedió en cada una de las propuestas. Después, dos paradojas.

La principal sensación en casi todos los ejes es la de la velocidad. El Falling Walls Lab es un concurso destinado a investigadores jóvenes de 50 países en todo el mundo. Cien seleccionados llegan a Berlín, donde deben exponer su trabajo en tres minutos, incluyendo el tiempo para las nada diletantes preguntas. Se sacrifica la profundidad a cambio de la agilidad, y eso permite a los participantes entrenar la síntesis además de la comunicación. De España acudieron Reyes Salas, de la universidad de Sevilla y el Instituto Max Planck (seleccionada en Madrid) y Emre Ozan, del Instituto de Ciencias Fotónicas (seleccionado en Barcelona). Al final la ganadora fue Agnes Reiner, de la universidad de Viena, por su trabajo sobre la detección del cáncer de ovario a través de marcadores en la sangre (los exosomas).

El Falling Walls Venture sigue una dinámica parecida, solo que las charlas se prolongan hasta los 10 minutos y las protagonizan startups, empresas emergentes con ideas por desarrollar. Hubo 24 presentaciones, ninguna de ellas española (¡oh!), y la ganadora final fue la empresa alemana JeNaCell, con una nueva tecnología basada en nanocelulosa para mejorar la recuperación de la piel en los quemados.

(Y, después y en medio de ello, la subjetiva e incompleta, no universal ni generalizable pero sí reincidente impresión de las diferencias entre el mundo académico y el empresarial, aunque este proceda de aquel: en el mundo académico, ciertas limitaciones o debilidades son frecuentemente exigidas y bienvenidas: por coherencia, por sinónimo de honestidad y profundidad intelectual. Esas debilidades parecen ser menos toleradas —y por lo tanto tienden a ser escondidas— cuando el conocimiento se hace productivo).

El premio para los ganadores (además del reconocimiento y la publicidad) era exponer sus trabajos en el plato fuerte de las jornadas. Este no es otro que la Conference, celebrada al día siguiente, el 9 de noviembre, en el aniversario exacto de la caída del Muro. Ante una enorme sala abarrotada, 16 reconocidos investigadores e investigadoras exponían el trabajo de sus vidas durante 20 minutos.

Un mimo advertía así a los ponentes del final de su tiempo en la FWC 2017.
Un mimo advertía así a los ponentes del final de su tiempo en la FWC 2017.

No más de 20. Cuando se acercaba el límite, un mimo saltaba al escenario. Elegante, gracioso, sutil, empleando herramientas y objetos relacionados con la charla en cuestión se paseaba por la escena alertando y a la vez entreteniendo. Un final de buen gusto.

Aunque algunos no lo llevaran tan bien: el primer comentario del físico chino Jian-Wei Pan al iniciar su charla fue tal que así:
He tardado 24 horas en llegar hasta aquí para ahora hablar únicamente 20 minutos. Es ridículo.

No se sabía si había indignación o ironía ahí, por lo que los organizadores salieron después a recordarle el honor que suponía, y las servidumbres del formato y demás. El caso es que durante 20 minutos desfilaron expertos como Guus Velders para hablar de cambio climático, Timothy Walsh para hacerlo sobre las crecientes resistencias a los antibióticos,

Dos cosas nos han traído hasta esta situación: la plasticidad genética de las bacterias y la estupidez humana.

Yuval Nir sobre los 25 años que nos pasamos durmiendo de media en nuestra vida, Esther Duflo sobre la pobreza, Valeria Nicolosi sobre baterías y coches eléctricos, Sarah Chayes sobre corrupción o Dennis Lo sobre la biopsia líquida en los fetos y en el cáncer.

Eran solo 20 minutos, pero en cada descanso se abrían foros donde los ponentes respondían a preguntas de los que se quisieran acercar. No estaba mal la mezcla de paisaje y posible acercamiento posterior. Mereció la pena.

Y las dos paradojas:
Todas las charlas de las Falling Walls se realizaron en edificios alrededor de la puerta de Brandeburgo. En el lado oeste se encuentra el Tiegarten, un enorme y sorprendente parque en el centro de la ciudad. En la parte este, en cambio, la ciudad se impone con grandes y anchas avenidas. Tranquiliza pasear por ellas, se respira bien por ellas, pero de alguna manera invisibiliza a sus gentes. Algo así parecía suceder con la Semana de la Ciencia: decenas de actividades que sin embargo parecían diluidas, que no aparecían sino que había que luchar por encontrar. Hay un símbolo algo perenne y contradictorio ahí.

Una pancarta con el lema de la Falling Walls Conference 2017.
Una pancarta con el lema de la Falling Walls Conference 2017.

La segunda tiene que ver con el lema escogido para la edición de este año. Con la amenaza —esta sí— líquida y constante de la posverdad, la consigna elegida fue: “Los hechos alternativos se detienen aquí”. Una enorme pancarta con el lema fue esgrimida por los participantes justo delante de la puerta de Brandeburgo, justo unos metros más allá (o más acá) de donde se alzaba el fatídico Muro.

En un acontecimiento que se propone derribar todos los muros, es irónico tener que luchar para levantar otro. Aunque, en este caso, sea indudable e infinitamente más necesario.
También lo es en cierto modo que sea la ciencia quien se proponga levantarlo. Como se dijo en un momento: los científicos abrazan la incerteza, mientras que la sociedad pide certezas: tiene miedo, y el miedo anula el futuro.
FWberlin 4 2017.jpgLa paradoja encierra otra curiosidad. Esta era la fotografía que presidía la fiesta de recepción: una imagen aérea de la puerta de Brandeburgo y sus alrededores poco después de la caída del Muro.

Ahora se alzan a su alrededor el edificio de la Embajada de los Estados Unidos, la Embajada Británica, el Allianz Forum, la Academia de las Artes. Todos ellos del lado este, en una suerte de histórica supercompensación.
Mereció la pena.

 

* Jesús Méndez González es miembro de la Asociación Española de Comunicación Científica y asistió a la Falling Walls Conference y a la Berlin Science Week , del 7 al 9 de noviembre de 2017, gracias a una invitación de EUSJA para periodistas europeos. Estas invitaciones a eventos internacionales son una de las ventajas de ser socio de la AECC.

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