La última semana de agosto tuve la suerte de asistir al curso de verano “Ciencia y democracia: los dilemas de la divulgación científica” organizado por Ikerbasque y la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del Pais Vasco. Fueron tres mañanas de aprovechamiento al máximo de los que saque algo claro: más Locke y menos Nietzsche (por ejemplo).
Hay indicios que comienzan a relacionar la cultura científica en un país con la calidad de su democracia, ya sabemos que correlación no implica casualidad pero cuando hay tantas correlaciones, la cosa mosquea ;-). Cuanta más cultura científica tenga un país, mas complicado será usar el miedo generado por la ignorancia para controlarlo pero es que encima estamos asistiendo a la generación de un grave problema en palabras de Fernando Cossío “Hemos pasado del NS/NC a el que no sabe, contesta”. Y así tenemos ambientólogos que sustituyen la ciencia de la ecología por la creencia del ecologismo o gente que cree que puede regular por decreto ley el cambio climatico o la duración de un embarazo.
Juan Ignacio Perez nos ilustro sobre como Locke influyó en los padres de la Constitución de los EE.UU. (Adams, Franklin…), como esa influencia se ha expandido hasta nuestros días y como las situación en Europa estaba bastantes mas convulsa y no aprovechó tanto la buena influencia de esa corriente filosófica. Por cierto, por mucha buena influencia, choca bastante con la actual polarización de la sociedad estadounidense en ciertos temas.
Hay que tener mucho cuidado, porque en esta sociedad la mayoría de la gente conoce a este Locke y a este Hume en lugar de a estos dos.