The most exciting phrase to hear in science, the one that heralds new discoveries, is not “Eureka” but “That’s funny…”
Isaac Asimov (1920–1992)
La ciencia… ¿debe presentarse como algo divertido? ¿O como algo seductor?
¿Cuál es la diferencia?
Tenía pensado escribir de vez en cuando para el blog de la Asociación pero no encontraba el momento de hacerlo. Pero, desde que en la pasada edición del Campus Gutenberg asistí al debate ‘Actividades educativas en el museo científico: de ciencia divertida a ciencia seductora’ me están rondando muchas ideas. Y no precisamente buenas…

El niño de esa foto probablemente no entenderá la diferencia entre divertida y seductora. Incluso es difícil que conozca el significado de esta palabra (cuestión de tiempo, en seguida aprenderá…). Pero, aparte de algunos aficionados a los museos de ciencia, la edad de los asistentes es la del niño que se maravilla con una simple pompa de jabón. Jugar con las burbujas es divertido. A él no le preocupan la tensión superficial, ni las superficies mínimas, ni la estructura de Weaire-Phelan, pero los adultos con los que ha llegado al museo van a poder aprender un poco sobre esos conceptos y quizás, al llegar a casa, se den cuenta de que el “chorro” de agua en realidad es un continuo de gotas (podríamos verlo con luz estroboscópica) y que éstas son esféricas por la misma razón por la que lo son las pompas de jabón.
Hilando llegamos a que la molécula de agua es un dipolo y a un montón de conceptos más.
¡Y todo empezó llevando al niño al museo para que pasara un rato divertido!
Sin embargo, según algunos expertos no hay que introducir la ciencia como algo divertido. El debate me recordaba la escena sobre la risa de ‘El nombre de la rosa’. Repasando la documentación colgada, veo que en la presentación de este debate usan la expresión ciencia divertida para referirse a una imagen en la que se usan los “experimentos” como base para el humor, y no al revés. Los que tengan curiosidad pueden buscar los comentarios del debate paralelo que, en la misma sala, se produjo a través de twitter.
A lo mejor me obcequé, y quizás por sentirme de algún modo afectado: muchas veces colaboro con museos científicos y centros culturales para explicar matemáticas y para atraer a los jóvenes hacia esta disciplina (sin ella no sería posible escribir la ciencia). Y para llenar un auditorio un domingo a las 5 de la tarde con público de todas las edades tienes que presentar un programa divertido, que no quiere decir que sea banal o sin contenido. Además, el humor es una herramienta didáctica interesante.
Los ejemplos siguientes muestran que las actividades de un museo pueden perfectamente ser divertidas y cumplir objetivos: divulgar y educar. (Inciso: ¿son esos los objetivos de un museo de ciencia? o, si no, ¿cuáles son?). El primer ejemplo muestra a científicos y comunicadores pasándoselo en grande con unos hemisferios de Magdeburgo (foto tomada de la web de Ciencia en Acción)

En el segundo ejemplo los participantes también parecen estar disfrutando. Y era en el mismo Campus Gutenberg, donde Miquel Duran y quien escribe impartimos un taller sobre ‘la magia de la tabla periódica’, a modo de espectáculo de magia pero con el objetivo fundamental de explicar la importancia de esta tabla e introducir nociones sobre las propiedades de algunos de los elementos que la componen. Otra de las cosas que se demonizaron en ese debate fue que se confunda a los científicos con los magos. Seguro que olvidaron la tercera ley de Clarke de la ciencia ficción. Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
