La primera vez que fui a Ciencia en Redes fue en 2013. Me escapé del laboratorio para colarme en el mundo de la comunicación de ciencia, por un día. Ese día son ya cinco años.

Cuando el despertador sonó a las 5:30 de la mañana el pasado viernes 16 de marzo, sentí la misma ilusión que cada vez desde 2013. Ciencia en Redes es uno de los encuentros de comunicación de ciencia donde más a gusto me siento. Quizá tenga que ver con la cercanía de la organización, las sesiones de networking ultrarrápido, o las ineludibles cañas del final.
Un par de taxis, un AVE y un café más tarde llegaba a la puerta de Caixa Fórum Sevilla. Para cuando me senté, Beatriz Cordero, de Eduscopi, hablaba de Científics en joc: estudiantes de 5º y 6º de primaria proponen diseños de videojuegos sobre científicos catalanes. El científico elegido en la primera edición fue Jordi Sabater Pi, el primatólogo que llevó a Copito de nieve a Barcelona.
Siguiendo con las sesiones de 10 minutos de gloria, Lydia Gil presentó #MujeresDivulgadoras, su apuesta para visibilizar a mujeres en el mundo de la ciencia, y específicamente en el ámbito de la divulgación. Después de ella, David Sánchez, de la UCC de Córdoba, habló de Pequeñas preguntas, la ciencia responde. Se trata de serie de vídeos cortos de motion graphics, cuya clave no está tanto en la innovación, como en una correcta selección de formatos, temas y momentos de publicación acorde con los intereses del público.
Encadenando otros 10 minutos, llegó Marcos Ruiz, que habló del día a día en las redes de la consultora marina CIMA, añadiendo la perspectiva de una empresa privada. Cosas que hacemos en CIMA es una serie de vídeos para acercar el mundo de la biología marina y la oceanografía a un público diverso. Para ello preparan versiones para compartir en YouTube, Facebook, Instagram y Whatsapp.
Cristina Cánovas, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, nos explicó cómo llevar un museo a 700 estudiantes de 17 centros educativos repartidos en pequeñas localidades de todo el país con la Zona MNCN de Somos Científicos, ¡sácanos de aquí!. Y cerrando la primera sesión, Santiago Campillo nos presentó Scenio, una comunidad de divulgación en nuevos formatos y plataformas no tradicionales formada por youtubers, diseñadores gráficos, podcasters, influencers, actores y gamers.

Tras la pausa del café, Diego Ortega se subía al escenario para hablar de PDI Ciencia, un proyecto que ha convertido en Youtubers científicos a personas con discapacidad intelectual. Con un vistazo a su canal aprenderemos y nos divertiremos, pero sobre todo reconoceremos un verdadero ejemplo de ciencia inclusiva.
Repitiendo desde la UCC de Córdoba, Marga Mingo habló esta vez de lo que puede salir mal cuando intentamos dulcificar la ciencia mezclándola con lo cotidiano. En este caso, el fútbol. Podemos toparnos, por ejemplo, con unos malos resultados que den lugar a un ambiente poco propicio para hablar del tema. O incluso con un club cuyas intrigas recuerden a la película El Padrino (palabras de Marga, no mías).
Continuamos con un análisis del uso de medios digitales por parte de hospitales, por Antonio Martínez, de la Universidad Politécnica de Valencia. La conclusión fue que hay mucho camino por andar por parte de las instituciones, y que (una vez más) son los profesionales quienes cubren estos huecos a título individual.
Una de las buenas noticias de Ciencia en Redes 2018 fue la futura colaboración entre la AECC y SciComPT, la comunidad de comunicadores de ciencia en Portugal. Joana Lobo Antunes, su presidenta, utilizaba sus 10 minutos para presentárnosla y analizar las diferencias entre el uso de redes sociales en España y Portugal. En oeste de la Península son bastante menos tuiteros.
Comunidades universitarias, hospitalarias, de divulgadores… y llegó Javier Armentia a presentar la primera comunidad de Ciencia LGTBIQ en España: “un proyecto abierto para visibilizar relaciones entre las ciencias y lo LGTBIQ. Y para cambiar un poco el mundo.”

Ana Victoria Pérez, de la Universidad de Salamanca, clausuró estos 120 minutos de gloria (a eso nos supieron) analizando la presencia en redes de las unidades de cultura científica. Tras ella, el streaming se paraba para dejarnos en la intimidad de las rapidísimas presentaciones de divulgadores anónimos. Tienes que venir a un encuentro de la AECC para vivirlo – el próximo son las Jornadas DmasI, en Zaragoza. Cada vez dejan menos segundos para contar quiénes somos, qué hacemos y qué buscamos: el más difícil todavía.
Lo que vino después lo explica magistralmente (y además reflexiona sobre ello) Elena Lázaro en su último post en el blog de la AECC: Objeciones a una distopía. Desde la organización de Ciencia en Redes tuvieron a bien poner a ambos lados del ring a José Luis Orihuela y Rocío P. Benavente para hablar de la teoría y la práctica, la historia y predicciones de futuro del periodismo y comunicación de ciencia. Tras ellos y muy en consonancia, Ángela Bernardo, de Hipetextual, narró los conflictos a los que se enfrenta en un medio digital. Conflictos con las fuentes (“no me cuelgue, por favor”) y con la audiencia: más allá el famoso clickbait y las falsas noticias. A través de ejemplos de sus trabajos, como la investigación sobre el Caso Nadia o la empresa Reticare, Ángela nos recordó que “Necesitamos más periodismo (sin apellidos) y menos hooligans de la ciencia”, cita que atribuyó a Antonio Calvo Roy y Pampa García Molina.

Tras la comida aún quedaba mucho por degustar en Ciencia en Redes 2018. Para asegurarse de que no nos echábamos la siesta, la organización programó la charla de Clara Grima entonces. Una vez repasada su trayectoria para que entendiéramos por qué ella “sin red no es nada”, Clara sacó a relucir el espejismo de la mayoría con el que explicó la necesidad de influencers científicos para que la información que transmiten prevalezca sobre información falsa o sesgada. “Y si no podemos ser puntos rojos, intentemos ser muchos puntos rosas” concluyó Clara, refiriéndose a que si la comunidad científica carece de personas influyentes en redes, necesita aún más el apoyo de todos sus miembros para que su mensaje prevalezca.
Pero no solo de ciencia vive el comunicador. Marta Lorenzo, de Matadero Madrid, nos expuso una serie de magníficos ejemplos de uso de las redes sociales en campañas de comunicación de museos de arte. Entre ellos no pudo faltar Velaske, io soi guapa?, que si bien no es una campaña del Museo del Prado (¡ojalá!), no cabe duda de que ha hecho que un público diferente al habitual conozca y, sobre todo, hable de la historia tras Las Meninas.
Y aún quedaban las estrellas internacionales. En Ciencia en Redes nos tienen acostumbrados a astronautas y youtubers famosas. Esta vez nos trajeron una representación en directo de la batalla tuitera entre el Diplodocus del Museo de Historia Natural contra los robots del Museo de Ciencia. Los actores contrincantes fueron Jonathan Tyzack y Will Stanley, reponsables del Twitter de sendas instituciones londinenses. Si algo aprendimos de esta batalla fue que, además de una buena estrategia en redes, hace falta ser un auténtico apasionado de ellas para sacar su máximo potencial.

La encargada de cerrar Ciencia en Redes fue la cómica Raquel Sastre, que hizo un repaso por los comentarios que las divulgadoras reciben en YouTube. Acabó con dos conclusiones: primera: “Mujeres, la próxima vez que un tipo os ponga una barbaridad en Internet recordad: la ciencia ha demostrado que son unos LOSERS”. Y la segunda: “Si vienen idiotas a poneros comentarios negativos, no os describen a vosotras, sino a ellos. Por favor, divulgad.”
Tras esto, poco más que añadir, porque lo que pasa en el Beer for Science, se queda en el Beer for Science. Si no te quieres perder el próximo Ciencia en Redes, ya hay fecha y lugar: será el 15 de marzo de 2019 en Barcelona. ¿Nos vemos allí?