Cuando planificamos una investigación normalmente siempre seguimos los mismos pasos (hipótesis, objetivos, tareas, cronograma…) pero siempre en la mente de los investigadores el vislumbra un único final, la publicación de los resultados en una revista científica, a poder ser de alto índice de impacto.
Así, nos olvidamos del fin último de cualquier investigación, contribuir al avance y la solución de los problemas de la sociedad. La difusión de los resultados de cualquier investigación a la sociedad es, con frecuencia, complicada, pues se requieren determinadas habilidades que no todo el mundo tiene. Es por ello por lo que a muchos investigadores nos es más fácil publicar y discutir los resultados entre personas con nuestro mismo nivel de conocimiento sobre el tema. Pero, dado que la investigación hoy en día es muy específica, ¿cuántas personas pueden entender claramente los resultados de nuestra investigación? Probablemente muy pocas, en proporción con el potencial público perteneciente al resto de la sociedad. Cada día se publican decenas de investigaciones, de las que un porcentaje ínfimo tienen repercusión en la sociedad a través de los grandes medios de comunicación (y en algunos casos con interpretaciones un tanto extravagantes).

¿Qué ocurre con el resto de investigaciones? ¿Son menos importantes? Éstas, por regla general, están financiadas con dinero público, es decir, que el contribuyente financia investigaciones a cuyos resultados no tiene acceso. ¿No debería ser un deber de los investigadores pagados con dinero público el difundir a la sociedad los resultados de sus investigaciones?
Hoy en día el sistema de baremación de los curriculum de los investigadores otorga más peso a las publicaciones en revistas científicas que las actividades de divulgación. Cambiar este punto constituye el primer paso hacia la creación de canales entre la ciencia y la sociedad. La creación de estos canales, además de justificar la financiación de la investigación, también contribuyen a la aplicación de los resultados de la investigación a la vida real de los ciudadanos. Nuevas ramas de la ciencia, como la ciencia posnormal ya se empiezan a encargar de vertebrar esta cuestión.
Necesitamos hacer un esfuerzo, investigadores y sociedad, para acercarnos y encontrarnos en un punto intermedio en el que los investigadores sean capaces de transmitir a la sociedad los resultados de sus investigaciones y ésta sea capaz de comprenderlos, tomarlos y, si es posible, ponerlos en prácticas. Se trata de una tarea donde divulgadores, comunicadores, políticos e investigadores deben trabajar conjuntamente. Es un deber de los investigadores y un derecho de los contribuyentes.