Existe la costumbre, en los últimos tiempos, de publicar libros voluminosos de ciencia. Se me viene a la cabeza, por ejemplo, el último del físico Roger Penrose, El camino a la realidad.
Es difícil imaginar cómo un recién llegado a la ciencia puede superar la psicológica barrera de tener que leerse un libro de 700 u 800 páginas. Estamos de acuerdo en que lo difícil es empezar, porque, por lo general, una vez empezada la lectura la tarea se va haciendo cada vez más factible. Deberían pensar muchos autores en seguir el ejemplo de Steven Pinker, un autor que no se caracteriza precisamente por escribir libros cortos, pero que parece haber hecho una excepción recientemente. En efecto, Pinker escribió un libro de 704 páginas, La Tabla Rasa: la negación moderna de la naturaleza humana (2003), pero también un librito de introducción de 61 páginas, La Tabla Rasa, el Buen Salvaje y el Fantasma en la Máquina (2005). Éste último es una especie de resumen de aquel, un desglose de los más importante, una exposición clara del problema, un apunte de lo misterioso, un esquema del argumento, y una descripción de los actores del debate y del escenario en el que los contendientes velan armas.
Cuento esto porque creo que sería una buena idea que cada "gran" libro fuera acompañado de un librito de introducción-resumen que despertara el interés del lector en leerse la obra entera, ya con todos sus detalles, sus ejemplos y contraejemplos.
En mi caso, dos de los libros que despertaron mi interés por la biología fueron relatos "minis": ¿Qué es a vida? de Erwin Schrodinger y La doble hélice de James Watson.