Recibo un mensaje en el móvil. “Acuda a oficina de empleo día 19 a las 11 horas. En el Aula. Sesión Orientación. Asistencia obligatoria”. Servicio Público de Empleo (SEPES), en antiguo INEM.
Es conminatorio. A las 11, ahí estoy, esperando entre un nutrido número de personas, no sea que por no venir me quiten la prestación que cobro desde que el ERE en el diario El Mundo, el pasado mes de julio, me dejó en la calle. Triste colofón al puesto de trabajo que ocupé los últimos 21 años, los 10 últimos escribiendo de ciencia y medio ambiente, pero soy únicamente una más de los 6.400 profesionales que, desde 2008, han pasado por el mismo trago.
De repente, miro alrededor y ¡sorpresa!: No veo una sola cabeza masculina en toda la sala. “Perdón, una pregunta (no puedo olvidar que soy periodista ni en este lugar) ¿Es que no hay hombres en paro? ¿Por qué sólo estamos aquí medio centenar de mujeres?”. La cuestión pilla desprevenido al funcionario que han puesto al frente del supuesto ‘curso de orientación’. “Esto… Bueno….Es por una cuestión de colectivos, estadísticas, en fin, se hace así…”, responde desconcertado.
¿Colectivo? ¿Dé qué colectivo me habla?, me pregunto. A mi alrededor hay abogadas, amas de casa, documentalistas, administrativas, limpiadoras… y periodistas, como yo misma.
Pero el SEPES tiene su propio modo de entender lo que es un colectivo, así que ni corto ni perezoso el ‘orientador’, ya sentadas todas en el aula, se esmera en explicarnos cómo se abre una página web, cómo se navega por internet, cómo una se inscribe en el registro del Portal de Empleo, donde por cierto la mayoría de los puestos son concurso de méritos, por libre designación (a dedo) o no existen. En el caso de la Dirección General de Medios de Comunicación, en las ofertas pone:”No hay servicios y trámites en Plazo ni Proceso. Si desea conocer los que se encuentran en el Histórico, modifique la selección del desplegable”.
“Oiga, ¡que llevo seis meses inscrita en ese Portal!, y por cierto para nada. ¿Nos va a explicar algo más o me puedo ir ya?”, interpela una de las asistentes. Ahora si que hay una respuesta clara: no, no puede, pese a que nadie ha comprobado cuántas de las convocadas ya conocen al dedillo la consabida web de la Comunidad de Madrid porque están registradas. Y, aunque estamos aquí por una cuestión de colectivo y estadísticas resulta que esas estadísticas no pueden hacerse por nivel de formación de las paradas, ¡debe ser complicadísimo!.
El encuentro toma tintes esperpénticos cuando el ‘formador’ pone como primer ejemplo de los cursos que podemos encontrar en esa página…. ¡Excelentes cursos de cocina! El revuelo se adueña de la sala… ¿¡¡Cursos de cocina??? ¿Nos reúnen a mujeres adultas para hablarnos de cursos de cocina? “No, no, si a los hombres también les hablo de cursos de cocina”, y el individuo se pone rojo como un tomate, porque él sabe, y nosotras sabemos, que es mentira.
Tras una pequeña algarada, queda claro que si, cursos de formación hay algunos, de ese corte o parecidos, pero talleres de empleo, que son los que permiten cobrar algo a final de mes, y por los que preguntan muchas de las desempleadas de larga duración, pues no, no se vislumbra ninguno, ni siquiera en el horizonte lejano, como después confirma el director de la oficina, porque no hay dinero para para organizarlos.
Por contra, sí lo hay para que un trabajador como éste, que a estas alturas no sabe donde meterse, pierda y haga perder una mañana a un nutrido grupo de personas, la mayoría profesionales, explicando que hay que dar a “en la pestaña de la web, donde pone de cursos, para informarse de cursos”, y “en la de renovación, para renovación del, paro”… Encefalograma plano.
Y ya cuando el sentimiento de ser tratada, no como una parada, sino como imbécil, está a punto de desbordarme… nos entrega un documento, que es determinante y único objetivo de este curso: un acuerdo en el que “un tutor/a” se compromete a elaborar un ‘diagnóstico individualizado basado en su perfil, necesidades y expectativas mediante una entrevista para mantener un empleo” y yo me comprometo, quiera o no, a “participar activamente” en mejorar mi “empleabilidad”, bajo riesgo de sanción.
Pero hay más: el SEPES podrá “redefinir” mi itinerario laboral o enviarlo a una “entidad colaboradora” (¿¿¿???) para que se haga cargo del asunto. Aquello huele a chamusquina. ¿Esa entidad colaboradora no será una empresa privada?, lanzan algunas suspicaces asistentes, entre las que hay, casualidad, una ex empleada del propio SEPES.
Pero es otra pregunta sin respuesta, y la algarada se reaviva porque a esas alturas las ‘alumnas’ estamos hartas de que nos tomen el pelo, de que nos consideren un colectivo, cuando somos más de la mitad de la sociedad, de ese tufillo paternalista que impregna la charla, de que en el siglo XXI sigamos siendo tan impresentablemente machistas…y de que alguien, ajeno a nosotras y a nuestras trayectorias profesionales, probablemente con el ánimo de hacer negociete con los desempleados, pueda “redefinir” mi perfil laboral, mi “itinerario”, después de 30 años de periodismo activo.
Casi hora y media después de que comenzara el obligatorio ‘curso de orientación’, unidas y diversas peleamos hasta conseguir una fotocopia del sospechoso acuerdo, que también se nos negaba, pese a haberlo firmado, bajo nueva amenaza….de consecuencias sin especificar.
Posdata: aunque hoy es 28 de diciembre os aseguro que el relato anterior no es una inocentada. Y FELIZ 2013. Otros mundos son posibles y aquí seguiremos para contarlo…