Basado en una experiencia personal.
Siempre he preferido esperar a conocer- aunque sea por unos minutos- a una persona, mirándola a los ojos, antes de opinar sobre ella. Tenía un pre concepto más o menos positivo del periodista, científico y ex político (o no) Eduardo Punset.
Como personaje ‘mediático’ que es acudía a la universidad alicantina para “apadrinar” la puesta de largo del Programa de Divulgación de la Ciencia y la Tecnología de la institución académica, del que habrá que esperar resultados para opinar. Además de para firmar libros de su última publicación.
La charla o discurso de Punset, para mí era prácticamente lo de menos, la verdad. Acudía al evento para ver en persona a Punset y, de ser posible, solicitarle su colaboración para el programa de radio de divulgación científica que semanalmente hacemos, El Cinturón de Orión.
Me costó acceder al Salón de Actos del Aulario II pues estaba el aforo completo. Tras llorar un poco ante un impertérrito empleado de seguridad, una mujer de la organización accedió a que pasara, eso sí tras mostrarle el carnet de la AECC e informarle de que hablaría de Punset en el próximo programa de ciencia. Y que escribiría sobre el asunto en este blog.
El veterano presentador de televisión y ex político de la transición española.
Dentro del salón había mucha gente, si, pero en honor a la verdad la mayoría eran docentes y personal administrativo del Campus, menos alumnos y mucho menos gente “de la calle”.
Escucho atento las palabras de uno de los vicerrectores encargados del Programa divulgativo de la UA y acto seguido presentan a Eduardo Punset… A ver qué tal.
El ex parlamentario y ex ministro de la UCD hace gala de esa retórica de la que sólo puede valerse el que ya lo tiene todo hecho y dicho en esta vida o esa es mi primera impresión. Arranca mencionando el firmamento, hablando de la necesidad que tiene la sociedad de preservar el cielo de la contaminación lumínica y exhortándola a que luche contra ella, “antes de que no podamos ver la luz de la estrellas”, dijo.
La primera en la frente. Y es que, lamentablemente, para el desconocimiento de Punset, estas palabras las pronunciaba ante el rector que rechazó que la universidad tuviera un Observatorio Astronómico cuando, en 2009, en pleno Año Internacional de la Astronomía, se le planteó. “Los expertos en estas cosas me dicen que es inútil hacer un observatorio por culpa de la polución lumínica”, vamos, que “para qué”. Tampoco sabrá Punset, lógicamente, que se dirigía a un auditorio presidido por el mismo rector que también rechazó en 2009 incorporar la diplomatura en Físicas a la oferta de la Universidad de Alicante, por lo mismo, “para qué”…
Siguiendo con el discurso del también jurista y economista, cabe decir que mentó, como tanto le gusta mentar, a sus “amigos los científicos” y bromeó con que a sus 73 años lo que más necesita es que le digamos qué es lo que tiene qué hacer. Explicaba Punset, por otra parte, que la transmisión de la ciencia debe hacerse valer del entretenimiento como una herramienta útil para llegar a la sociedad, especialmente a los jóvenes estudiantes. Recordaba en este punto como siendo estudiante (se ve que dejó de serlo) sus maestros no contaban para nada con el entretenimiento como un condimento a sus estudios, pero que sin él, hoy, “mis alumnos se dormirían”. Por cierto, no sabía que también es docente. Algo de lo que se puede discrepar aunque que desde El Cinturón de Orión así lo venimos manifestando desde hace tiempo.
En resumen, el discurso del (ex) político fue aceptable. Tuvo un guiño hacia los escépticos anunciando incluso que “hay vida antes de la muerte”. Algo que me sorprendió cuando Punset siempre ha impregnado de un halo místico y “sobrenatural” prácticamente todo su contenido en Redes. En todo caso, le faltó esa autocrítica que debería tener como auto erigido portavoz de la comunidad científica “del mundo “. Claro que su discurso estaba cocinado para una audiencia, en su mayoría, perteneciente a la alta clase universitaria. Para mi gusto incluso estuvo a punto de rozar el chascarrillo simpaticón, eso sí, sin olvidarse nunca de dar su cara más amable (y sólo su cara pública).
Hasta aquí la “cara” de la moneda. Ahora viene la “cruz”.
Eduardo Punset, durente una firma de libros. Crédito: boriel.com
Eduardo Punset siempre me pareció un personaje accesible. No tenía previsto atender a la prensa en Alicante y lo hizo. Pero tras el discurso del rector (por cierto, algo monocorde) pasó a firmar los ansiados ejemplares de su último libro y ahí es donde se le vio el plumero.
Comenzaba a firmar sin prisas, aparentando sentirse cómodo entre sus fervientes seguidores, siempre con una amplia sonrisa y amabilidad a raudales.
Me decidí entonces a abordarlo con la sana intención de plantearle la siguiente cuestión: “Dirijo un programa de radio semanal dedicado a la divulgación de la ciencia. Vamos a cumplir en junio 80 programas, tres años de emisión semanal, sin cobrar un sólo euro, por el placer de divulgar con cerca de un centenar de entrevistas a personajes de la ciencia y, ¿cómo es posible que aun no tengamos ni un sólo patrocinador interesado en apoyarnos? ¿Qué podemos hacer? Maldita la hora de la ocurrencia.
Así pues, lo abordo con mucho tacto y educación, todo el que se merece un ser mediático en plena éxtasis populachera:
-“Perdone Sr. Punset, me gustaría hablarle no más de tres minutos”, le digo.
-“Bueno, es que ahora voy a firmar libros”, contesta.
– “Serían tan sólo un par de minutos. Es que tengo un programa de radio de divulgación científica…”, arranco.
-“Lo siento, pero es que ahora tengo que firmar libros, fíjese en la cantidad de gente que hay y no le puedo atender”, responde.
Algo confuso doy un paso atrás. Me quedo a escasos dos metros de la mesa. Aguardo unos minutos para probar de nuevo suerte. Mientras, recapacito y no doy crédito. Un adalid de la comunicación científica negándole la palabra al que podría ser un colega. Y me vuelvo a acercar.
-“Perdone Sr. Punset, hay mucha gente en la cola y no quisiera esperar a que termine pues para entonces usted ya no tendrá ganas de hablar conmigo. Quisiera pedirle ayuda para el programa de divulgación científica que dirijo en…” .
De nuevo, educadamente, me recuerda que está ahí para firmar libros.
Le pregunto entonces por su secretaria, que sé que no está en el Salón de Actos. Lo hago para ver si me da una tarjeta o me indica la forma de contactar con él en otro momento. Y cuál es mi sorpresa que con la mirada como queriendo buscar a alguien al fondo del auditorio me quiera dar a entender que su secretaria “anda por ahí”. Me quedo atónito, pero sin perder la compostura ante un claro conato de “a este me lo quito de encima ya”, cínicamente le pido el nombre de su secretaria “para poder preguntar por ella a la organización del acto”. Entonces, un joven con una camisa de la Universidad entre en escena y pone fin al “acoso”…
Esto que les cuento, en el fondo no deja de ser una mera anécdota, una triste anécdota pues se me cae un “mito”, pero una anécdota al fin y al cabo. Un personaje como Punset recibirá a diario mensajes similares al mío y, hasta cierto punto tiene, mi “perdón”. Por contra, lo que a un comunicador de la ciencia no se le puede perdonar es que, además de no querer escuchar trate de engañar, de sacudirse el hombre de una manera tan zafia y típica del mal político alérgico a la clé. Y mucho menos a un compañero, por muy ridículo, modesto, mediocre o de provincias que le pueda parecer a uno.
Me marché de allí con una gran frustración y desazón. No imaginaba que quien minutos antes animaba a la comunidad científica allí presente a “entretener”, a dar nuestra cara más amable, pudiera negarle la palabra de una forma tan ruin a un colega reclamándole, cuando menos, un minuto de su tiempo aunque fuera para escuchar nada más…
Voy terminado. Mientras quien suscribe esta palabras trataba de pedir ayuda en vano, el personaje en cuestión se abrazaba a una jovencita universitaria que con admiración y contento le pedía un autógrafo y una foto para posteridad. Señor Punset, esa joven universitaria podría ser mañana una científica de provecho. Una eficaz servidora pública cuyos difíciles años de estudio y dedicación pudieran dar frutos y ser conocidos por la sociedad o, por el contrario, podrían llegar a pasar desapercibidos si, como puede ocurrir en cualquier momento, programas de divulgación de la ciencia como el que saco adelante todas las semanas desaparecen asfixiados por la falta de recursos. Pero sobre agotados por la inacción de personajes como usted, a quien hoy con todo el dolor del mundo me veo en la obligación de darle el privilegio de estrenar mi particular lista de ‘falsos divulgadores’ de la ciencia en nuestro país.
Finalmente, según dejaba al ilustrado en su mesa con sus libros y sus sonrisas, sólo me quedó el regusto de, entre dientes, mientras me alejaba de él murmurarle a lo lejos un “adiós y buena suerte, Sr. Punset”.
Amigos, hasta el próximo verano, es decir, hasta dentro de pocos días. Nos vemos en junio.
Manuel Rodríguez de Viguri Fernández