Esta semana, mientras en Valencia se celebran Las Fallas, he aprovechado para viajar por La Costa del Sol.
Cada año hay más nudos de autovías y hay más edificaciones imbricadas en las lomas que se ven en el horizonte desde primera línea de playa. Sin embargo, me sorprende cuando hablo con los residentes, españoles y extranjeros, el escaso interés, tanto de los consumidores como de los constructores, por incorporar las placas solares para ahorrar energía y de paso, ya que el paisaje es insostenible, pues que al menos sea sostenible el consumo energético. Viviendas en zonas residenciales construidas hace tres años, en un municipio como Benalmádena Costa, tienen que utilizar energía eléctrica para calentar el agua de la calefacción del suelo radiante, así como para calentar el agua de uso de los baños. Parece un lugar común decir que en estas zonas no se necesita calefacción porque las temperaturas no son bajas. Cuando la temperatura es de seis grado la mínima al lado del mar, la humedad es prácticamente imposible de controlar. Por ello, el calor radiante o la calefacción por radiadores parece el remedio más eficaz para sentir sensación de hogar en tu propia casa.
Las costas mediterráneas se han destrozado desde el punto de vista estético, en muchos municipios, pero lo más deplorable es que ni siquiera se está planificando con sensatez desde las Administraciones que las viviendas sean sostenibles desde el punto de vista económico.
Las zonas residenciales se convierten en lugares solicitados por familias con hijos para salir de las urbes que empiezan a estar saturadas por el exceso de tráfico y también de espacios turísticos.
Por tanto, me refiero a familias que van buscando “calidad de vida” pero que se encuentran con costes elevados de consumo energético.
Me ha sorprendido en esta ocasión más que en otras el absurdo de no aprovechar recursos como el sol en la Costa del Sol, por la paradoja y porque el tiempo que llevo integrada en la Unidad de Cultura Científica del CIEMAT me he sensibilizado con las energías renovables, que más allá de la investigación, son un tema que tendremos que incorporar a nuestras vidas, como los fondos de pensiones.
Cada año me voy de Valencia por estas fechas por dos razones: por la contaminación acústica que producen los estallidos de los petardos, de las mascletás, etc.Y también por las emisiones de dioxinas que produce la quema de los ninots de la noche del 19 de marzo, que por cierto es hoy.
Mañana me gustaría que el aire de Valencia estuviera limpio y el cielo azul como si no hubiera ardido nada. Y de paso, la ciudad inmaculada, sin basuras por doquier y contenedores destrozados. Me gustaría que fuera una ciudad sostenible por quienes vivimos en ella y por las generaciones futuras. También me gustaría
que las Administraciones Autonómicas fueran más sensibles a los impactos ambientales que se producen por la huella del hombre.
Y, por supuesto, que impulsaran el empleo de energías renovables por parte de los consumidores. Es cuestión de proponérselo desde el punto de vista de las campañas publicitarias igual que se viene haciendo desde hace años con las políticas del reciclado de la basura.