Los centros de divulgación de la ciencia daban lecciones de museografía a los museos más convencionales. Hasta que llegó la web 2.0.
La posesión, en general, de grandes colecciones provocó que los museos ‘tradicionales’ se plantearan que tenían bastante con la exposición de las obras. Dejaron, así, el trabajo de la interactividad en manos de los propios visitantes. Los centros de ciencia empezaron a usar las nuevas tecnología, en gran parte por esa ausencia de colección, y acabaron dándose cuenta de que esos nuevos medios eran la herramienta ideal para ‘contar cosas’. Hasta que llegó la web 2.0.
Y es que, mientras los ‘grandes museos’ han descubierto el valor de las redes sociales, los centros de divulgación prácticamente han renunciado a ellos. Casi cualquier de nuestros museos de ciencia queda en evidencia si se compara por ejemplo con los centros de arte. La innovación del Museu Picasso (es verdad que es de los mejores en su campo) podría sonrojar a nuestros queridas instituciones de divulgación.
Un reciente estudio sobre los museos y las redes sociales de la genial Soledad Gómez Vílchez, publicado en su no menos genial blog MediaMusea, deja las cosas claras:
“Resulta curioso que los museos de ciencias, caracterizados por buscar modelos participativos, no tengan una presencia especialmente destacada en redes sociales.”
Los museos de ciencia eran la vanguardia de la innovación museística pero, al menos en España, corren el riesgo de dejar de serlo. Un vistazo al estudio [pdf] de Gómez Vílchez puede permitirnos descubrir qué fácil (y qué barato) es mantener el paradigma de la innovación en nuestros museos de ciencia.