El hombre está transformando el rostro del planeta Tierra de una manera radical, en particular debido a las emisiones de CO2 que ocasionan el cambio climático. Y esta transformación se va retroalimentando de tal manera que en un futuro no muy lejano la humanidad se verá enfrentada a una escasez de recursos y tendrá que utilizar la fuerza para procurárselos. De esto se ha ido convenciendo el reconocido periodista alemán Klaus Klebber, presentador del telediario de la cadena ZDF, a raíz de sus viajes por el mundo en búsqueda de las áreas más perjudicadas por el calentamiento global. Con la ayuda de la experta americana en asuntos geopolíticos Cleo Pascal, Klebber recoge los testimonios de afectados y de científicos, de militares y de políticos para intentar entender las sutilidades del sistema Tierra y las consecuencias geopolíticas que plantean un planeta más caliente.
Su conclusión es que las alteraciones del cambio climático no solo serán de índole medioambiental, económica y social. El calentamiento global transformará los andamios geopolíticos con los que se ha venido edificando el mundo desde los inicios de la guerra fría y dañará los cimientos de nuestras sociedades, obligando a los países afectados a redefinirse en el escenario mundial. Klebber menciona como ejemplo el archipiélago de Tonga, que, ante la subida del nivel del mar y la pasividad de la comunidad internacional, ha decidido finalmente buscar el apoyo de China. El país asiático acoge este tipo de solicitudes con los brazos abiertos ya que le permite extender su influencia en el Pacifico, desafiando así la supremacía de Estados Unidos.
Más al norte, Klebber y Paskal nos recuerdan que el deshielo del Ártico facilitará el tránsito de buques comerciales por los pasajes noroeste y noreste, lo cual permite a los armadores un ahorro de hasta un 30% de los gastos de transporte actuales. Esto plantea el delicado problema del control de estas rutas, por ejemplo a través de un peaje en el estrecho de Bering. Los conflictos territoriales entre países costeros se están resolviendo poco a poco a través de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Sin embargo, las copiosas reservas de petróleo y gas natural obligan algunos a apresurarse a tomar cartas en el asunto – todos recordamos la banderita depositada en el fondo del mar a la vertical del polo norte para marcar el suelo continental ruso.
Otro reto impuesto a la humanidad por un planeta más caliente y una meteorología cada más impredecible es el acceso al agua. Klebber recorre India, Pakistán y Bangladesh, y recapacita sobre el papel fundamental de las lluvias monzónicas para el desarrollo de los potenciales agrícolas y energéticos de estos países. A las tensiones políticas, se añadirán las tensiones por el control del recurso hídrico. La mayor imprevisibilidad de las precipitaciones hará menguar los depósitos estacionales de agua fresca almacenados en los glaciares durante el Monzón y reducirá el caudal de los ríos que nacen allí. La escasez de agua y la mala gestión de los ríos internacionales de la zona serán los detonantes de las crisis internacionales del futuro.
El cambio climático es un potenciador de amenaza que tendrá sus vencedores y sus perdedores. Los autores dedican una buena parte del libro a China, sus esfuerzos por combatir los peores efectos de la contaminación atmosférica, sus megaproyectos para repartir el agua equitativamente entre el sud húmedo y el norte seco del país y su transición hacia el uso de energías renovables. Y todo esto justamente para evitar estar en el grupo de los perdedores. En ese sentido el país asiático va a ser determinante para decidir el camino a seguir en las crisis ambientales presentes y futuras, para lo bueno como para lo malo.
La Tierra convertida en una pelota en un partido errático en el que los jugadores, impacientes, se miran con recelo y desafían las reglas del juego mientras que el árbitro (la ONU), impotente, a malas penas puede aplicar su autoridad. Las predicciones del veterano periodista Klebber y de la experta politóloga Cleo Paskal dejan al lector intranquilo. Pero su análisis es profesional y consistente con los testimonios y los hechos recogidos. Prueba de ello es que el presidente estadounidense Barack Obama, en su discurso del miércoles pasado ante los nuevos laureados de la academia de guardacostas, aludió al cambio climático como [un] “riesgo inmediato”…”Denegarlo o negarse a enfrentarse a él pone en peligro nuestra seguridad nacional y socava la preparación de nuestras fuerzas”. La comunidad internacional está despertando.