
Os hago una pregunta. Los que nos dedicamos a la comunicación o a la divulgación científica ¿por qué lo hacemos? Porque nos gusta, disfrutamos de la ciencia y queremos que otras personas experimenten la misma sensación. Y si además nos podemos ganar la vida con ello, pues mejor.
Yo creo que además existe un deseo de cambiar la sociedad, o al menos influir un poquito en ella. Imagínense que de vuestras letras sale un artículo o libro capaz de hacerlo. Alcanzar este santo grial no es fácil, tampoco imposible. Aunque tal vez las consecuencias de ello no les gusten.
Desde que cayó en mis manos el libro Primavera silenciosa no he parado de preguntarme por su relevancia. Un libro de divulgación capaz de influir en la política mundial, alucinante. El mérito de esta hazaña es de una mujer, Rachel Carson.
Rachel Louise Carson nació en 1907 en Springdale (Pennsylvania, EEUU). Estudió biología y se especializó en genética y desarrollo embrionario en la Universidad John Hopkins. Después, trabajó en el Centro de Biología Marina de Woods Hole y en la Oficina de Pesquerías del gobierno americano. Finalmente, en 1935, ocupó la dirección de publicaciones del United States Fish and Wildlife Service.
Fue en este último puesto donde trabajó en la edición de textos de divulgación e incluso guiones de un programa de radio. En general escribía sobre biología marina, que era uno de los temas que más le apasionaban. Su primer libro de divulgación fue Bajo el mar, publicado en 1941, el cual tuvo muy buenas críticas, aunque apenas se vendió. A este primero le siguió un segundo en 1950, El mar que nos rodea. Este libro se mantuvo entre los más vendidos durante 86 semanas, a la vez que fue traducido a 32 idiomas. Con el dinero que ganó de las ventas de estos dos títulos hizo lo que muchos deseamos: dejó su trabajo, se compró una casa en el campo y se retiró a seguir escribiendo mientras además investigaba sobre la vida marina. Fruto de esa investigación publicó un tercer libro, La orilla del mar, en el año 1952.
Pero nadie le recuerda por estas obras, sino por la cuarta: Primavera silenciosa. El pistoletazo de salida de este libro es la carta que le escribe su amiga Olga Owens Hunckins. En ella le cuenta que los pájaros de su pueblo han muerto tras rociarse los campos con DDT desde avionetas. Entonces Carson decide investigar sobre este tema y lo que encuentra generó un gran revuelo.
Durante cuatro años se dedicó a buscar, entre las investigaciones científicas y las noticias, evidencias de que los pesticidas estaban afectando a los animales. También se entrevistó y mantuvo correspondencia con científicos y expertos sobre el impacto medioambiental de los pesticidas.

Tras sus indagaciones, le quedó claro que el uso masivo y descontrolado de sustancias como el DDT amenazaba con hacer colapsar los ecosistemas. A lo largo del libro, se recopilan las evidencias de cómo los pesticidas mataban a todo tipo de especies. Pájaros, peces, ardillas, insectos, plantas… no sólo se estaban eliminando las plagas de insectos. E incluso se mencionan casos de personas con ciertos malestares al entrar en contacto con estas sustancias.
Se trataba de un problema que afectaba a todo el ecosistema, ya que su uso indiscriminado estaba facilitando su entrada en la cadena trófica. La comunidad científica y los naturalistas ya conocían estos casos, pero por una u otra razón esta información no llegaba al gran público. Carson sabía que su libro debía ser para los ciudadanos, siendo uno de sus objetivos llegar a las amas de casa.
El libro fue publicado el 27 de Septiembre de 1962. Además el periódico New Yorker, que le había apremiado a que lo escribiese, publicó previamente algunos extractos. Realmente su lectura no resulta muy amena, ya que en muchas ocasiones es denso y técnico. Pero lo importante es la denuncia que hace y sobre todo la idea que la autora pretende transmitir.
A lo largo de sus 300 páginas se denuncia la insensatez del gobierno y las empresas que comercializaban pesticidas. Pero además desarrolla una interesante visión ecológica, que no ecologista. Ella creía que controlar la naturaleza era muy arrogante por nuestra parte. Lo que Carson vino a poner sobre la mesa es que vivimos en un ecosistema y que nuestras acciones pueden tener consecuencias negativas. Pero ojo, en ningún momento dice que se deba prohibir el uso del DDT o las otras sustancias que menciona. Primavera silenciosa no es un libro contra los pesticidas, es una reflexión sobre su uso incontrolado.
Tras su publicación, la sociedad americana se dividió entre aquellos que estaban a favor de Carson y los que la veían como una amenaza. Sin embargo, tengo la sensación de que ni siquiera el bando que la defendía entendía lo que ella quería transmitir.
Uno de los efectos que se achaca a la publicación de Primavera silenciosa es el surgimiento del movimiento ecologista. El libro desembarcó en una sociedad americana hastiada con la clase gobernante y deseosa de cambios sociales. Fue el caldo perfecto y se le incluyó como libro de mesilla de los 60. Sin embargo, es necesario que no maximicemos y lo hagamos la base o el principal germen de un fenómeno social más complejo.
Por todo este revuelo, el 4 de junio de 1963, Rachel testificó ante el subcomité de pesticidas del Senado que pretendía esclarecer el tema. Durante el mismo lo volvió a decir: “I think chemicals do have a place”. Pero muchos se empeñan en obviar esta parte. Ahora veremos por qué.

En el mismo año que testificaba, la industria química fabricó 90.000 toneladas de DDT. Su mercado estaba en alza gracias a unas políticas que permitían rociar campos de cultivos, bosques, jardines e incluso casas. Por todo ello, la industria atacó a la editorial que publicó el libro y a aquellos periódicos que se hacían eco. Carson fue acusada de simpatizar con los comunistas, dentro de un complot para hacer que EEUU no tuviese la capacidad de producir alimentos. Incluso se le tachó de soltera que gustaba de la compañía de los gatos.
Rachel Carson murió en el año 1964, cuando tenía 56 años y sólo habían pasado dos desde la publicación del libro. Sin embargo, su legado continuó y otros han intentado seguir enturbiándolo. Se le atribuye la prohibición del DDT (que ya sabemos no era su intención), ser impulsora de la quimiofobia y lo que es peor, ser la responsable de la muerte de millones de personas por culpa de la malaria.
Esta última versión parte de personas como Steven Milloy, Roger Bate o J. Gordon Edwards. El primero dirige el Advancement of Sound Science Center (TASSC), que en sus orígenes fue creado por la industria tabacalera para contrarrestar la ciencia que relacionaba el tabaco con el cáncer. Actualmente, son uno de los impulsores de los grupos negacionistas del cambio climático. Milloy escribió junto con Gordon Edwards, un entomólogo defensor acérrimo del DDT, el libro 100 things you should know about DDT. Mientras que TASSC representa a los grupos de presión americanos, Roger Bate trabaja con los europeos. Desde el Foro Europeo de la Ciencia y el Medio Ambiente estableció la Africa Fighting Malaria, que usan para promulgar que el DDT es la panacea.
¿Es todo esto cierto? Rotundamente no. Ya hemos dicho que Carson no abogaba por la prohibición del DDT. Pero es que además el uso del DDT contra la malaria no está prohibido.
Recorramos un poco de historia. El DDT se empezó a usar durante la Segunda Guerra Mundial. Durante los años 40 se rociaban los cuerpos de los soldados con polvo de DDT para controlar las plagas de piojos que transmitían el tifus. Más adelante comenzó a usarse para controlar los mosquitos que eran vectores de enfermedades como la malaria o la fiebre amarilla. Los buenos resultados animaron a que se usaran contra plagas agrícolas y forestales. Recuerden este dato, será importante.

El clima optimista llevó a la OMS a proponer en 1955 un plan de erradicación de la malaria. La clave sería usar el DDT para acabar con el mosquito que la portaba. Al principio el programa tuvo un gran éxito en muchas zonas. Pero este plan tenía un fallo al que Carson alude en su libro: la aparición de mosquitos resistentes a DDT. De esta forma, tras rebajar increíblemente la tasa de enfermos de malaria, volvían a producirse brotes y esta vez el DDT no servía de nada. La aparición de resistencia, la pobreza de los países que se querían tratar, los recién detectados problemas medioambientes y otros factores, hicieron que en 1969 la OMS abandonase el programa de erradicación de la malaria.
En el año 1972, ocho años tras la muerte de Carson, llegó la prohibición del uso doméstico del DDT en EEUU. Aunque se continuó exportando al extranjero hasta la década de los 80. Sin embargo, esta prohibición admitía su uso en caso de necesidad de proteger la salud pública.
A EEUU se le adelantó Hungría (lo prohibió en 1968), Noruega y Suecia (ambos en 1970) y España (1971). En Alemania llegó en 1972 y en Reino Unido fue en 1984. Para el año 1991 la prohibición total se daba en 26 países.
El paso de gigante vino en 2004, cuando entró en vigencia el Convenio de Estocolmo, por el que se prohibía el uso de varios compuestos orgánicos persistentes (COPs). Fue ratificado por 170 países. Entre esos compuestos estaba el DDT, sin embargo se admitía su uso para el control de vectores de enfermedades como la malaria.
Por ello actualmente se sigue produciendo DDT para matar mosquitos. Pero de una forma más controlada. Se autoriza su uso sobre las paredes de las casas y las mosquiteras. De esta manera se reduce el daño medioambiental y la resistencia. Este método, junto con otros que van destinados a la reducción de la pobreza y la distribución de medicamentos, está demostrando ser eficaz contra la malaria.
Me atrevería a decir que esta visión contra la malaria es parte del legado de Rachel Carson. O el menos estaría de acuerdo con ella, ya que eso es lo que quiso transmitir en su libro: debemos entender a la naturaleza para aplicar soluciones desde la biología y la ecología.
Bibliografía:
– Primavera Silenciosa. Rachel Carson. Editorial Drakontos.
– How “Silent Spring” ignited the Environmental Movement. Eliza Griswold. The New York Times. Edición del 21 de septiembre de 2012.
– Recuerdos de la primavera silenciosa. Mercé Piqueras. La Vanguardia. Edición del 29 de octubre de 1994.
– El caso de Rachel Carson. Eduardo Angulo. Culturacientifica.com
– Rehabilitating Carson. John Quiggin. Prospect