Unos días atrás entrevisté a Nicholas Carr, autor de un libro (¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? Superficiales) que, con argumentos, realiza una visión crítica de la red. Y me dijo algunas cosas muy interesantes. “Internet está cambiando las expectativas de la gente sobre información y los conocimientos. Y uno de los dilemas más importantes para los medios de comunicación en este sentido es cómo mantener la atención de quienes ya no leen en profundidad. ¿Cómo se puede escribir de modo complejo y profundo cuando ya no se lee de este modo? La tendencia apunta hacia la información en línea: grandes titulares, pequeños textos de noticias y muchos enlaces y presentaciones multimedia alrededor.”
Nos guste o no la realidad es que quienes leen noticias científicas en internet, tienen un tiempo limitado de atención (probablemente el que me estás dando se esté agotando) que está muy alejado de la profundización en un tema y la necesaria reflexión.
El lector, en su mayoría, cada vez más se inclina por pequeñas píldoras anecdóticas que pueden encontrarse por decenas en la red. Todas iguales. Es cierto que es la pescadilla que se come la cola: escribimos eso porque es lo que más visitas aporta. Pero también es conformismo de nuestra parte (nuestra se refiere a los periodistas). Es la responsabilidad de quienes generamos contenido.
Carr me asegura que “siempre habrá una audiencia para leer pensamiento profundo, para un periodismo complejo, pero se encogerá cada vez más. Y será cada día más duro para aquellos cuyos trabajos dependen de un lector concentrado y que busca profundidad. Cada día será más difícil encontrar este tipo de lectores. Pero todo aquello en lo que esta tecnología no es buena, concentrar nuestra atención, estimular el pensamiento profundo… desaparecerá. ”
Pero creo que hay una alternativa.
Siglos atrás, cuando el conocimiento pasó de las academias griegas, los monasterios y las madrazas musulmanas a los libros, hubo una primera reacción de desconfianza: primero el maestro no estaba presente y, segundo, sus conocimientos podrían provenir de otra fuente. ¿Cómo fiarse? A los ojos de algunos sectores, cualquiera podía escribir un libro y “colar” conocimientos falsos o no contrastados entre los “verdaderos”. Lentamente las bibliotecas ganaron fiabilidad y se convirtieron en un sinónimo de conocimiento del cual no quedaban dudas. Hoy, sucede algo similar con internet. Como dice Carr, “esta tecnología ha democratizado el saber y lo hace llegar a todo el mundo”…pero todo el mundo también lo desperdiga por allí añadiendo nuevos datos, nueva información que no siempre se contrasta.
Así es cómo Google ha comenzado una iniciativa para penalizar el contenido no original de ciertas webs o aquel que basa su información en contenidos de otras páginas. Es verdad que ello obedece a darle mayor credibilidad al propio buscador que ha visto cómo su algoritmo de búsqueda es cuestionado constantemente, pero podemos servirnos de ello para convertirlo en el primer paso para crear una nueva internet. Una red necesaria que nutra a aquellos lectores que buscan información fiable (tanto como lo son la mayoría de los libros de estudio) y que no distraiga con constantes estímulos. Una red que tenga las virtudes de los libros, como estimular la concentración, un apartado bibliográfico y convertirse en una entidad fiable, pero que también posea las ventajas de internet: inmediatez, conectividad y participación.
Para que esto suceda, y aquí viene lo más polémico, quienes publiquen en esta red alternativa, deberán acreditar conocimientos o experiencia. Del mismo modo que un artículo en revistas especializadas (Nature, Science, etc.) no puede ser publicado por cualquiera, el contenido de esta “internet 2” debería estar firmado por entidades reconocidas. Sus contenidos podrán ser leídos sin problema por todo el mundo, pero si son copiados y utilizados en una página de la red “original” se advertirá su origen, lo que le dará un sello de credibilidad. Siempre y cuando los enlaces utilizados no constituyan la base de esta página. En este caso se le penalizará. Es decir, no me digan que es un homenaje cuando se ve que es un plagio.
Puede que inicialmente solo puedan publicar científicos e investigadores y algunos periodistas especializados reconocidos, pero esto nos obligará al resto (de los periodistas, por ejemplo) a cumplir los requisitos necesarios para acceder a esta plataforma, profesionalizando nuestro trabajo y dándole mayor valor al mismo tiempo. ¿Cómo se le da valor? En primer paso asumiendo responsabilidades por lo publicado. Mientras en las publicaciones escritas el redactor y el propio director son responsables del contenido de la información, esto no sucede en internet. A consecuencia de esto, cualquiera puede publicar lo que le salga del teclado.
Creo que de este modo, internet 2, la red Expert o como quieras llamarla, brindará información contrastada, se convertirá en una fuente de consulta fiable, en una biblioteca del siglo XXI con la ventaja de la inmediatez.
Hace tiempo entrevisté a Jonathan Eisen, del Centro del Genoma De la Universidad Davis de California, quien me contaba que es uno de los responsables de la prestigiosa publicación científica Plos-One y que allí el sistema de peer-review es abierto: todos los científicos pueden leer el trabajo antes que sea publicado y hacer las sugerencias que consideren oportunas. “Esto estimula el debate y mejora la investigación.” me aseguró Eisen.
En síntesis creo que esto es lo que deberíamos perseguir, tanto quienes publican como quienes buscan contenido: una nueva red fiable que profundice el conocimiento y sirva de referente. De lo contrario la superficialidad será una norma, perderemos capacidad de crítica y cada vez menos nos cuestionaremos la información que recibimos. Y nos convertiremos en una norma nosotros mismos.