El lunes asistí a mi primer congreso de comunicación científica en el extranjero. Se trató del primer simposio sobre public engagement del STFC (Science and Technology Facilities Council o Consejo de Instalaciones Científicas y Tecnológicas).
El STFC es uno de los siete Consejos de investigación de Reino Unido, responsable de apoyar, coordinar y promover la ciencia llevada a cabo en varios centros punteros con sedes británica, pero también grupos de investigación del CERN y observatorios astronómicos internacionales, uno de ellos en las Islas Canarias. La mayor parte de los científicos respaldados por el STFC son físicos, matemáticos o ingenieros que se dedican a mirar las estrellas o buscar nuevas aplicaciones médicas para láseres de última generación, por poner un par de ejemplos.
Lo que más me gustó de este congreso es que los científicos estaban allí. Es más, aproximadamente un 80% del público eran científicos. El resto eran trabajadores de distintas empresas o instituciones dedicadas a la comunicación de ciencia (como yo, que he colgado la bata J), pero una gran mayoría eran científicos. ¿Y por qué estaban allí? Pues por el mismo motivo por el que cualquiera de nosotros iría a un congreso similar: por interés. Pero además, porque el evento está respaldado por una de las instituciones científicas más importantes del Reino Unido. Muchos investigadores acudieron de forma gratuita, con becas de desplazamiento y sin tener que justificarlo o pedir días libres para acudir ya que no se trata de una actividad que contribuya directamente al trabajo de laboratorio. Es más, muchos de ellos era jefes de un grupo de investigación; profesionales con años de experiencia que no sólo reconocen el valor de la comunicación científica, si no que están dispuestos a tomar parte de ella y reciben un apoyo institucional por hacerlo.

En Reino Unido son muchos los que creen firmemente que es necesario impulsar la comunicación de ciencia para garantizar una mayor diversificación del perfil del científico o ingeniero clásicos y favorecer la innovación. Son muchos los que luchan por acercar la ciencia y la tecnología al ciudadano con el propósito de desbancar falsas creencias y alarmas que son consecuencia de un hermetismo obsoleto cuyo único fruto ha sido la pérdida de confianza en las instituciones.
Y los hay que opinan así en España también. Hay científicos comprometidos con su labor social, también a la hora de comunicar lo que se cuece cada día en sus laboratorios… pero no están apoyados por las instituciones. Muchas veces no encuentra el respaldo ni del propio centro de investigación al que pertenecen. Y esto es simplemente porque no hay una línea recta que una la comunicación científica y productividad. Por eso me he querido escribir este post, para hacer visibles las líneas curvas que otros están empezando a recorrer.
¿Y lo que queda por hacer? Algunos estudiantes de doctorado pidieron que se les garantizase poder disponer de un tiempo exclusivo para realizar actividades de comunicación. En otras palabras, que no se asuma que esto es algo para hacer en tu tiempo libre. Otros reivindicaron un mayor reconocimiento para las actividades divulgativas dentro de la carrera investigadora. Todas estos son problemas que Reino Unido y España comparten. La diferencia es, quizá, que ellos están en el punto en el que se atreven a hablar de ello… y en nuestro caso quizá se consideraría un capricho innecesario.
Sin duda queda mucho por andar. Y esto es bueno, ya que supone un horizonte lleno de posibilidades abiertas dispuestas a dejarse moldear por quien las tome entre sus manos.