Autor: Juan Pimentel Igea
El título de este libro parece una provocación ¿Qué son los fantasmas de la ciencia española? ¿Qué tienen que ver los seres de ultratumba y las sombras del pasado con los laboratorios, los experimentos y el estudio de los fenómenos naturales? ¿Acaso la ciencia no se opone a la creencia o la existencia de los fantasmas?
Escribir es tramar un argumento y yo el mío lo escogí por dos razones. Primero por el carácter espectral de las imágenes. Hay una gran literatura, desde Aby Warburg a Didi-Huberman, que subraya esta dimensión fantasmal de las imágenes. Las imágenes aparecen y desaparecen. Son anacrónicas, intempestivas. Nos convocan, nos interpelan y nos desestabilizan. En mayor medida que las palabras, las imágenes del pasado tienen la virtud de actualizar cosas muertas, como si las resucitaran. Son espectros de cosas que sucedieron pero que siguen sucediendo, que no acabaron de suceder y que de alguna manera nos persiguen y nos acechan, es decir, que nos afectan.

En segundo lugar, la ciencia ha sido y sigue siendo vista como una presencia incierta, reivindicada y postergada en el contexto de nuestra cultura. ¿Hubo ciencia en España? Generaciones de intelectuales se han pasado la vida discutiendo esta cuestión. Son episodios y versiones de la llamada polémica de la ciencia española. Periódicamente, se envía a grupos de historiadores e investigadores a los archivos para descifrar el misterio, tal y como se envía a los cazafantasmas para detectar presencias paranormales.
Naturalmente, en España siempre hubo ciencia, con mayor o menor continuidad o visibilidad. Pero ¿por qué nos cuesta tanto verla? Precisamente por la constante intermitencia, por la falta de fe en nuestras posibilidades, por cómo nos representamos y nos proyectamos sobre nuestro pasado y nuestro futuro, como un pueblo inclinado a las artes, pero no a las ciencias, uno de esos prejuicios esencialistas que tanto mal nos ha hecho.
En este libro desfilan naturalistas, médicos, ingenieros, geólogos, microscopistas, alguna química y alguna pintora, además de técnicos, diseñadores, dibujantes, artistas, observadores del cielo y de los fósiles, gente entregada a empresas maravillosas, algunas frustradas y otras simplemente olvidadas. Como los muertos mal enterrados, la ciencia golpea nuestro subconsciente y aguarda un funeral digno, una reubicación al lugar que merece en la memoria y en nuestro imaginario colectivo. Desde el avistamiento del Mar del Sur hasta una reciente exposición naturalista en el Museo del Prado, por este libro se pasean dibujos, óleos, mapas, fotografías, láminas botánicas y estampas histológicas desde el siglo XVI al XXI, imágenes intermitentes y luminosas, fantasmas de la ciencia española.