¡Obama, premio Nobel de Física!, por Karim Gherab Martín

¡Obama, premio Nobel de Física!, por Karim Gherab Martín

Supongamos por un momento que Barack Obama estudió Física en lugar de Derecho en Harvard, e imaginemos que la academia sueca le hubiera concedido este año el premio Nobel de Física por hacer una serie de promesas que revolucionarían la física.

Digamos que nuestro Obama físico ficticio prometió en 2008, ante la mirada atónita de John McCain, que haría todo lo posible para resolver tres de los problemas más difíciles para la comunidad de físicos. Nuestro Obama se comprometió nada menos que a resolver el misterio de los agujeros negros en el plazo de dos años, a convertir en realidad la energía de fusión nuclear en la primera legislatura y a burlar el Principio de Incertidumbre de Heisenberg si salía reelegido para la segunda legislatura. ¿No merecería cualquiera de estas promesas un premio Nobel?

Seguramente a ustedes, como a mí, les parecería un chiste que a nuestro Obama ficticio le hubieran otorgado el premio Nobel de Física de haber prometido tales cosas. Sin embargo, ni corto ni perezoso, el comité noruego que otorga el Nobel de la Paz considera que la ciencia política es harina de otro costal. Probablemente, porque piensa, como cualquiera de nosotros, que la Naturaleza es más terca que el Congreso y el Senado norteamericanos cuando se trata de cambiar leyes, con o sin Obama.

Así, sin querer desmerecer la inteligencia y la capacidad de Obama, al que también admiro, no parece que le vaya a ser fácil cambiar algunos de los problemas políticos que se ha comprometido a afrontar: sacar a EEUU (y al resto del mundo) de la crisis económica, cambiar el modelo sanitario y de protección social norteamericano, reflotar la industria automovilística, acabar con los conflictos en Oriente Próximo, convertir a Cuba poco menos que al capitalismo, y, si por si todo esto fuera poco, burlar al cambio climático con energías renovables (tras convencer a India y China de que reduzcan su crecimiento económico por el bien de la Humanidad).

Sin duda, con llevar a buen término los tres últimos, Obama se haría merecedor del premio Nobel (porque resolver el principio de incertidumbre de Cuba se intuye casi tan complicado como burlar el de Heisenberg). Sin embargo, le han otorgado el Nobel de la Paz antes de hacer nada de esto, se fían de sus promesas. En general, los requisitos para conseguir un premio Nobel de la Paz, de Economía o de Literatura, no parecen ser los mismos que los que se exigen para lograr el de Física, el de Química o el de Medicina/Biología. En realidad, para conseguir los Nobel de ciencias, es necesario que el descubrimiento en cuestión haya derivado en aplicaciones prácticas o haya sido contrastado empíricamente en los laboratorios. Estas estrictas exigencias no se aplican en el caso de la Paz, de la Economía y de la Literatura.

Dejando aparte el premio de Literatura que se concede a obras que ni usan laboratorios científicos, ni, por desgracia, hablan de ellos, cabe señalar que Alfred Nobel ni siquiera contempló la creación de un premio para la Economía, a pesar de lo cual se creó años mas tarde el premio correspondiente. El de Matemáticas aún no existe, probablemente porque en contra de las intuiciones de los matemáticos, un conjunto finito de lobbys que merodean Wall Street es capaz de resolver problemas que un conjunto infinito de infinitos conjuntos como el de Cantor no puede.

Volviendo al Nobel de la Paz, Alfred Nobel dejó establecida en su testamento la intención de destinar una parte de su fortuna “a la persona que hubiese trabajado más y mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”. Nótese que Nobel empleaba el pluscuamperfecto de subjuntivo, lo que de cumplirse, hubiera puesto en pie de igualdad el Nobel de la Paz con el resto de premios Nobel de ciencias.

Ítem más: si se miran los premios Nobel concedidos en los veinte últimos años, es fácil comprobar que existe una especie de “atasco” en las ciencias (Física, Química, Medicina/Biología): son raras las veces en que el Nobel se ha concedido a una sola persona y frecuentes las veces en que se forman “tríos”. En física, por ejemplo, la última vez que el premio fue concedido a un sólo investigador fue 1992. En Economía, aunque el “atasco” por conseguir el Nobel no es tan grande como en el caso de las disciplinas anteriores, también escasean las veces en que se concede a un mono-agraciado, que, dicho sea de paso, no siempre coincide con un agraciado mono. (Existe en la sociedad la creencia de que un científico es necesariamente feo, y probablemente chiflado, lo que provoca la espantada de los guapos y convierte en realidad la creencia)

No parece aventurado interpretar el “atasco” en el premio de Economía con el hecho de que se trata de una disciplina que, a pesar de no ser excesivamente empírica, utiliza un tratamiento matemático muy similar al de las ciencias más duras. En Literatura y Paz los premios se otorgan casi exclusivamente a un ritmo de 1 persona/año. El “atasco” por conseguir el Nobel en Física, Química, Medicina y Economía tal vez obedece a la sensación de los diversos comités suecos (y noruego) que otorgan los premios de que hay muchos investigadores que merecen obtenerlos en dichas disciplinas. Por tanto, puesto que no se pueden conceder los premios Nobel post mortem, conviene acelerar el proceso de concesión de premios a (y dividir el “botín” entre) los potenciales merecedores, muchos de los cuales (entre los que se encuentra el excelente físico español Ignacio Cirac) se encuentran en vivaz espera. De ser este el caso, sorprende que le den el de la Paz a Obama, como si no tuvieran a nadie merecedor de obtenerlo en 2009 y tuvieran que buscarlo en el período 2010-2012.

No se me entienda mal. No me cabe duda de que el Nobel no es un botín y sí un tesoro, del cual son merecedores muchos físicos, químicos, biólogos y economistas, y también políticos y escritores literarios (y matemáticos ¡qué caray!). Sin embargo, en cierto modo el prestigio social de los premios Nobel de ciencias se devalúa al dividir el premio entre muchos beneficiarios, puesto que como sabe cualquier aficionado a la economía, la abundancia de un producto, ceteris paribus, disminuye su precio. Paradójicamente, de ser correcta esta interpretación que hago, parecería que hay más científicos que literatos y políticos merecedores del Nobel, pero que estos sacan mayor provecho social que aquellos. (En realidad, la paradoja queda resuelta en cuanto uno se da cuenta que es al revés, es decir, que es el comité Nobel el que, usando una técnica muy florentinista, se ocupa de impulsar la marca Nobel y su visibilidad social nombrando a “estrellas mediáticas”… algo que se conoce en las ciencias sociales como Efecto Mateo: “al que más tiene más se le dará, y al que menos tiene, se le quitará para dárselo al que más tiene”)

No quiero terminar esta entrada sin recordar un cierto paralelismo que existe en la sociedad y, más concretamente, en las universidades españolas respecto de esta cuestión. El nivel de exigencia (tanto matemático como de laboratorios) que tienen las ingenierías, la arquitectura, la medicina y las licenciaturas de ciencias es mayor que el de las carreras de letras o de ciencias sociales, pero el premio (el diploma acreditativo) es el mismo. Pero esta es otra historia que dejo a la imaginación del lector. El premio Nobel de la Paz concedido a Obama nos deja con la sensación de una especie de Principio de Incertidumbre de Obama. En pocos años sabremos si se convierte en certeza. Al menos, nos queda el consuelo de que las leyes humanas son mejorables con perseverancia, persuasión y una pizca de suerte; las Leyes de la Naturaleza, en cambio, son insobornables.

 

 

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