El proceso de transmisión del conocimiento implica tanto la adquisición de saberes científicos como la gestión de los mismos en nuestra vida diaria, adecuando los elementos cognitivos a los sistemas de creencias y actitudes de la sociedad: de lo que se trata es de incorporar el bagaje científico a la cultura social. Por otra parte, la institucionalización de la cultura científica está vinculada al uso de nuevas tecnologías, el asesoramiento especializado, y la presencia de la ciencia en el sistema educativo y en el mundo de los negocios.
El trabajo de José A. López y Montaña Cámara analiza tales dimensiones, presentando un mapa de la percepción y la alfabetización científica en España.
Desde un punto vista económico, el español supone un activo desde el que construir riqueza y mejorar el bienestar, extendiendo a la sociedad los beneficios de la tecnología: traducido en números, el 14% del PIB en España está relacionado con el idioma. Sin embargo, de acuerdo con las conclusiones del estudio de Daniel Martín, se hace preciso incrementar la representación del español en Internet. Pese a que la suma del número total de internautas hispanohablantes es superior a los 130 millones (tercera posición mundial), en términos porcentuales su volumen se reduce al 32%, por debajo de países como Japón o Alemania. A estas cifras hay que añadir aquella que calcula el uso real del español en Internet, en función de la lengua en el que están escritas las páginas que escogemos. Según este indicador, España se encuentra también por debajo de sus posibilidades, copando un 4,6% de la red (frente al 45% de las páginas en inglés, y situándose asimismo por detrás del francés o el alemán).
La apuesta por mejorar la inserción del español en el panorama de la comunicación tecno-científica es crucial, puesto que el porvenir del español se libra en Internet: negocio, ocio y cultura utilizan las redes globales para multiplicar su difusión.
Y cada vez más, la elaboración de productos relacionados con la lengua se ven condicionados por los recursos que Internet ofrece. Edición y publicación de textos, acceso a autores, digitalización de obras, enlaces y servicios de búsqueda, etc., son procesos impensables sin ellos. A su vez, las nuevas tecnologías de la información no solo han configurado un nuevo paradigma económico, sino que también han modificado la dinámica de las ciencias, desarrollando metodologías y abriendo líneas de investigación inéditas hasta ahora. Buena muestra de ello lo proporciona la lingüística computacional, relativa a la modelización teórica que subyace en los equipos o servicios que hacen uso del procesamiento informático del lenguaje natural. En este campo, de nuevo, han de tomarse todas las medidas oportunas para dotar al español de las herramientas estandarizadas de la comunicación global.
En el ámbito de la comunicación, al igual que en el de la divulgación científica, la lengua de transmisión predominante es el inglés, ante cuya capacidad para generar tecnicismos y consolidar su utilidad es prácticamente imposible competir. Este hecho suscita todo tipo de interrogantes: ¿qué medidas realistas pueden adoptarse para reforzar el alcance del español?, en el plano científico técnico, ¿cómo se producen las intersecciones entre dos lenguas? Verónica Vivanco, profesora de Lingüística Aplicada a la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Politécnica de Madrid, analiza la influencia de los anglicismos en el lenguaje técnico español, mostrando cómo a menudo se adoptan como voces de calidad términos extranjeros que sin embargo, en su lengua de origen, son polisémicos o resultan de usos metafóricos. Frente al mito de la superioridad terminológica del inglés científico, se plantea la necesidad de fomentar el patrimonio lingüístico del español, muchos de cuyos rasgos (claridad del sistema vocálico, correspondencia gráfica y fonética, pertenencia al círculo de las lenguas romance, etc.) lo hacen propicio para su desarrollo científico-técnico.
A este respecto, una de las tareas más apremiantes, tal y como se desprende del texto de Luis Plaza, Begoña Granadino y Mª José Arias-Salgado, consiste en incentivar la publicación de revistas científicas editadas en español, en tanto constituyen la vía principal de difusión de los resultados de la investigación científica. Los autores constatan el aumento de las publicaciones científicas y el incremento de su visibilidad acontecido en los últimos años, valorando las iniciativas lanzadas desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) orientadas a mejorar la calidad de las revistas, impulsar la edición electrónica, y promover la dimensión internacional de la ciencia española. Se trata de que, recurriendo a la escritura en español, se forje un corpus léxico y un discurso independiente de los patrones de la lengua inglesa.
Sin embargo, el sistema de medición de los índices de impacto de las revistas continúa favoreciendo a los investigadores que publican en inglés, bloqueando la expansión científica de otras lenguas. En este sentido, Verónica Vivanco propone la creación de un nuevo criterio de calidad multilingüe que, amparado por un organismo público internacional, esté desligado de un país y un idioma concreto y resulte más equitativo, reflejando la representatividad real de cada idioma en la ciencia. Esta propuesta entronca con un conjunto de recomendaciones estratégicas encaminadas al fomento de la presencia del español como lengua de especialidad que, a modo de conclusión, Verónica Vivanco presenta en el último capítulo, entre las que destacan las siguientes:
• Intensificación de la docencia del español de la ciencia y la tecnología
• Formación de estudiantes extranjeros en las universidades españolas;
• Organización de talleres periódicos de escritura técnica en países hispanohablantes y no hispanohablantes
• Fomento de la industria de la lengua
• Creación de una agencia de prensa científica en hispánica
En resumen, El español: lengua para la ciencia y la tecnología presenta los retos que nuestro idioma afronta ante las demandas que genera la sociedad del conocimiento, registrando las carencias actuales, pero poniendo asimismo en valor las posibilidades que el español contiene para encarar con éxito su futuro en el campo científico-técnico.