La semana pasada tuve la suerte de ser entrevistado para MediaMusea, el blog más importante sobre tecnología museográfica de España. Su autora, Soledad Gómez Vílchez, quería que hiciera una de las cosas que más me gustan: hablar de redes sociales y museografía científica.
En la entrevista fui muy crítico con el uso de las redes sociales por parte de los museos de ciencia. La mayoría de los centros de divulgación no usan bien esta herramienta, aunque es evidente, como destaqué en la entrevista, que la culpa no es suya (al menos, no principalmente suya).
Tras las reacciones a esta entrevista, me di cuenta de que la conversación derivó hacia el análisis más crítico, pero dejó de lado el refuerzo positivo. Por eso quería aprovechar esta oportunidad para destacar un par de ejemplos de cómo se pueden trabajar, de forma positiva aunque sencilla, las nuevas tecnologías de la comunicación.
El primer ejemplo lo voy a poner con el Museu de Ciències Naturals de Barcelona. Hacen un trabajo magnífico en Twitter y Facebook, y tienen un blog realmente chulo. Merece la pena seguir sus redes, porque desde el Museu permiten que sus seguidores conversen. Después de mi entrevista en MediaMusea el propio museo se puso en contacto conmigo a través de Twitter, y también lo hicieron hasta uno, dos y tres de los autores de su blog.
Otro magnífico ejemplo lo tenemos en el Museo de la Evolución Humana de Burgos. De ellos quiero destacar, sobre todo, el perfil en Twitter de su Miguelón (ya sabés, el Homo heidelbergensis encontrado en Atapuerca). MiguelonMEH, que así se llama este personaje, es una cuenta de Twitter paralela a la del propio museo y desde ella se trabaja un lenguaje menos institucional y mucho más cercano. Miguelón habla con el público, sí, pero también lo hace con divulgadores y periodistas. Desde la perspectiva del márketing, un éxito completo que proviene de una estrategia de comunicación que prácticamente no cuesta un duro.
Tanto mi amigo antecesor del MEH como mis amigos coetáneos del MCN han asumido el mantra de las redes sociales: en ellas se está para informar, ciertamente, pero sobre todo para escuchar. Ya sabéis, el viejo esquema de la comunicación, con un receptor y un emisor que interactúan… pero llevado al límite. ¡Y casi gratis!