Es muy probable que la revisión por pares (peer review, en inglés) sea, de los pilares de la ciencia, aquel que el público en general más ignora. Muy resumido, se trata de la forma que tienen los científicos de certificar que un determinado descubrimiento, hipótesis o experimento es válido. El científico redacta su artículo y lo envía a la revista de turno, que, a su vez, lo remite a tres investigadores (los pares) supuestamente expertos en el tema de que trata el mencionado artículo.
Pienso que el ciudadano de la calle suele asociar a la ciencia términos como “matemáticas”, “experimentos”, “demostraciones”, “tecnología”, “investigación”, “universidad”, “descubrimientos” u “objetividad”. Note el lector que no he incluido términos como “colaboración”, “competitividad”, “artículos”, “publicaciones”, “creatividad”, “contrastación” o “social”. Es decir, el público parece desconocer que la ciencia es, como otras muchas actividades de la vida, una empresa humana y social. Es humana porque la realizan hombres y mujeres que están expuestos a cometer errores. Y es social porque la llevan a cabo comunidades de científicos. A cada disciplina suele corresponder una comunidad, aunque en ocasiones pueda haber varias. Y cada comunidad suele comunicarse formalmente a través de una revista o de un grupo de revistas, a pesar de que, cada cierto tiempo, dichas comunidades puedan reunirse en congresos, simposios o seminarios.
Decíamos que, por muy inteligentes que sean, los hombres y mujeres de ciencia también se equivocan, como en cualquier otra actividad humana. Pero, con la ayuda de ciertas herramientas, los científicos y científicas han sabido construir un mecanismo que les ayudas a minimizar los errores. Este mecanismo es la revisión por pares, que, a pesar de sus defectos (plagio, fraude, lentitud, falibilidad, elitismo, etc.), ha conseguido resistir el paso del tiempo para cumplir más de tres siglos de existencia. Sin embargo, con la invención de Internet y el auge del llamado Acceso Abierto (Open Access, en inglés), la revisión por pares está más en entredicho que nunca. Los debates se acumulan (véase por ejemplo Nature) porque hay la sensación de que Internet puede ayudar a transformar la revisión por pares en algo mucho más democrático a la vez que más eficiente y fiable. No me adentraré en estas cuestiones en esta ocasión. Lo haré el mes que viene. Por el momento, contaré algo sobre los orígenes de la revisión por pares, a la espera de que algún lector encuentre similitudes con la época actual. Las hay… ¡ya lo verán! El mes que viene…
La revisión por pares tiene su origen en la censura de libros por parte del Estado: es consecuencia de la amenaza que, tras la invención de la imprenta, se cernía sobre la transmisión de valores políticos y religiosos contrarios a las versiones oficiales. El nacimiento de las sociedades científicas transformó la revisión por pares: tanto a la Royal Society de Londres (en 1662) como a la Académie Royale des Sciences de París (en 1699) se les permitió revisar y publicar sus propios libros. Les fue concedido este privilegio real con el fin de disminuir la carga de trabajo de los censores del Estado. Aunque sólo se les pedía que eliminaran los manuscritos que fueran peligrosos para el Rey y para la Iglesia, con el tiempo los miembros de dichas sociedades científicas (ya convertidos en censores-referees) empezaron a comentar en sus informes otros valores, en este caso internos a las obras: la veracidad, el estilo, la claridad, la originalidad, y la relevancia de las obras.
La Royal Society de Londres y la Académie des Sciences de París nacieron casi al mismo tiempo, allá por los años 1660 y 1666, respectivamente. Mientras que la primera se creó por iniciativa propia de los científicos, la segunda surgió a iniciativa del Estado. En ambas se llevaban a cabo experimentos a la vista del resto de los miembros de dichas sociedades. Los experimentos eran comentados y, si era preciso, criticados por los asistentes. Asimismo, ambas sociedades crearon revistas a través de las cuales los científicos podían divulgar sus ideas. Por aquel entonces, aún no existían los artículos científicos tal y como los entendemos a día de hoy, sino que se trataba de simples transcripciones de cartas que llegaban al editor de la revista o bien reseñas de libros. No obstante, el lector no debe olvidar que tanto las cartas como las reseñas debían pasar el doble filtro de la revisión correspondiente a la calidad del contenido (a saber, valores internos) y la revisión correspondiente a la censura religiosa y política (a saber, valores externos).
Dos herramientas excepcionales (la imprenta y la concesión por parte del Estado de una censura autónoma) hicieron que se diluyera la división entre los procesos de evaluación interna (a saber, la revisión por pares) y los procesos de evaluación externa (a saber, la censura). Tras la influencia del Siglo de las Luces, la censura del Estado sobre los contenidos de las publicaciones fue desapareciendo progresivamente. En la actualidad, nuevamente un invento tecnológico (Internet) y un fenómeno socio-político (el Acceso Abierto) pueden estar cambiando de nuevo el modelo de comunicación científica. Dejo al lector que imagine cómo…